jueves, 18 de noviembre de 2010

No es que todos estemos ciegos


No es que todos estemos ciegos, pues vemos cada día lo que sucede, dónde están los males y las carencias y los excesos y lo comentamos con nuestros amigos y conocidos. No estamos ciegos, pues vemos como la educación en nuestro país entró en barrena hace algunos años, como vemos el derroche del dinero publico en tantos lugares y empresas y sueldos. Vimos crecer las televisiones públicas, dos y tres en cada autonomía, y no estábamos ciegos, y los festivales, con poquísimos espectadores y mucho dinero, y los polideportivos, casi en cada pueblo, sin apenas atletas o deportistas o nadadores, y que, tras la inauguración, se caen a trozos, y los centros contemporáneos de arte, que exponen cosas incomprensibles o banales o tontas, que aunque no estemos ciegos nadie quiere ver. No, no estamos ciegos, porque hemos visto cómo se multiplicaban las policías autonómicas, cómo crecían las plantillas de los ayuntamientos, y los asesores y los designados a dedo, cómo las autonomías no servían para racionalizar la administración, sino para multiplicar la burocracia y para separar a los ciudadanos.

No estábamos ciegos cuando veíamos cómo se jubilaban conocidos nuestros con cincuenta años, algunos sin haberlos cumplido, y no sólo a los jubilados sin causa les pagaban sus empresas, que también la común Hacienda, pues aquellas se han beneficiado fiscalmente de las jubilaciones anticipadas, -¿cuántas al año?, ¿40.000?-,  y ahora estamos viendo cómo se pide retrasar la jubilación hasta los 67, mientras nuestros hijos con licenciatura o grado y máster envían cientos de curricula y nadie les responde; hemos visto, no estamos ciegos, cómo el peso de las rentas del trabajo se ha ido reduciendo en beneficio de los más ricos y sus rentas a cuyo auxilio el Estado acude si sus empresas o bancos o concesionarias se tambalean.

Lo vimos, todos vimos durante años el general decaímiento y el mal gobierno, pero ¿quién puso las calzas para que la bola no retrocediese y aumentase de tamaño y nos aplastase en su vertiginoso descenso? A todos nos alarmó el derroche y el exceso de nuevos ricos, nos quejamos en las tabernas pero lo convalidamos como un sólo hombre en cada consulta a que se nos invitó, y ahora todos lo pagamos, unos más que otros, es evidente, y los que más, los más mudos y más ciegos.

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