domingo, 19 de septiembre de 2010

Zombie Buildings, Zombie Words


En algún tiempo podía producir hilaridad o vergüenza ajena o compasión, pero, ahora, escuchar el lenguaje mitinero -esta mañana, por ejemplo, los discursos de Montilla y ZP en la ceremonia anual de la rosa en la pineda de Gavá, así como las respuestas de Arenas o Rajoy o Durán Lleida o Mas o Urkullu-, su lengua de trapo, las palabras roídas, produce una impresión parecida a la de escuchar a políticos de los años treinta del siglo pasado. Hablan como si nada hubiera ocurrido, como si en alguien pudiera hacer mella lo que ellos dicen. Como si un cadáver siguiera hablando, palabras de hombres muertos.

No hace falta pasearse por el levante español para ver el sinsentido de estos años. Con dar un paseo por los alrededores de cualquier ciudad de la meseta, incluso por el centro, basta para ver la voracidad de los constructores, promotores y vendedores de inmuebles y el descuido delictivo de los políticos. Enormes edificios construidos en espacios apretados, sobrepasando el límite de la decencia urbanística, apurando al máximo los espacios habitables: edificios demasiado anchos o inverosímilmente estrechos, más altos que la línea marcada por las viejas edificaciones, con geometrías dignas de Borromini; apartamentos minúsculos a precios de pisos grandes. ¿Quién desearía vivir en lugares donde un perro ladraría de desesperacion? Ahí están con carteles de se vende o deshabitados a la espera de que vuelva el tiempo que no ha de volver, con las grúas puestas como madres resecas y altaneras que han dejado de amamantar; calles que no llevan a ningún lugar, matojos que pugnan con volver al descampado de donde proceden. Llama The Wall Street Journal Zombie Buildings a los más de 1'5 millón de pisos inacabados y sin vender que hay en España.

No sólo se permitió atentar contra un urbanismo racional, sino que se estimuló el delito con planes urbanísticos ad hoc o incluso se participó en esa operación para esquilmar a los que necesitaban vivienda.
Algunos hicieron tanto dinero que no saben qué hacer con ello; otros quebraron, salvaguardando su patrimonio personal; a otros se les ha impedido quebrar con el dinero de quienes en el tiempo pasado quisieron ahorrar. ¿Por qué no han quebrado las cajas quebradas? Si no caíste en la tentación de comprarte una casa en las afueras o un apartamento en la ciudad de vacaciones o una residencia junto al campo de golf, es igual, ahora recortan tu sueldo, o te suben los impuestos o te hacen trabajar más años sin la seguridad de cobrar una pensión de jubilación.

De tal voracidad se aprovecharon los políticos que nos gobiernan en todos los niveles: se pueden coger las plantillas de ayuntamientos y diputaciones, de altos cargos del gobierno y de las autonomías y luego superponerlas sobre las plantillas de los consejos de administración de las grandes constructoras, cajas de ahorro, grandes empresas de la comunicación y de la energía: los unos representan a los otros o son sus delegados. ¿Cómo hemos sido tan ciegos de apoyar una y otra vez a quienes nos esquilmaban, de creer en sus mentiras, de leer lo que de ellos se decía o asistir a sus representaciones o de entretenersos con los falsos debates en los que ZP ha demostrado ser un genio: memoria histórica, Estatut de Cataluña, matrimonio gay, ley del aborto?

El gran drama de este país ha sido que quienes buscaban su máximo beneficio llevando al límite las reglas del sistema capitalista, o saltándoselas- eran los mismos que quienes debían controlar que las leyes se cumpliesen o que fuesen racionales y humanas. Aún estamos en esas.

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