Desaprovecha Anne Tyler dos terceras partes de su novela hasta dar con el asunto que pueda interesar a sus lectores. La presentación inicial de sus personajes -demasiados-, las cansinas conversaciones entre ellos, se hace morosa, intrascendente; no se cumple la expectativa del lector que siempre espera que suceda algo. Incluso la inicial preocupación del protagonista por su circunstancial pérdida de memoria como consecuencia de un asalto a su departamento recién estrenado queda marginada por otra, más interesante, sí, pero que surge de sopetón sin que nada la anunciase. Parece que la novelista haya comenzado a escribir sin saber que es lo que quería contar, y que el tema le haya sobrevenido.
El interés, por tanto, de La brújula de Noé, la última novela de Anne Tyler, reside en los problemas morales que se le plantean al protagonista tras descubrir que la mujer con la que está comenzando a relacionarse está casada, o "felizmente casada" como asevera la mujer con la que tropieza en el supermercado, y que resulta ser la madre. ¿Tiene derecho a entrometerse en la vida de una pareja formal con tal de satisfacer su propia felicidad? ¿A cuántas personas vuelve infelices su voluntad o su derecho de querer él mismo ser feliz? Pero tan interesante asunto queda de nuevo relegado en las últimas páginas, por otro tema que surge sin que antes se haya enunciado con claridad: ¿qué puede hacer un jubilado con los días ociosos que le quedan por delante?, ¿recuperar el contacto con sus hijos, con su ex mujer, con los nietos a los que antes no ha hecho caso o es mejor abandonarse a los pequeños placeres de la soledad?
Ann Tyler fue para mi un grato descubrimiento con El matrimonio amateur, esta novela, sin embargo no ha colmado mis expectativas.
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