Cerca de donde vivo, la parroquia del barrio mantenía un comedor social y había convertido la casa del cura en un alojamiento temporal para los sin techo. A la hora de comer a la puerta se reunía un nutrido grupo de individuos que charlaba animadamente. Si alguna función le queda por hacer a una institución como la Iglesia Católica es esa que tiene que ver con la caridad cristiana, tan antigua y tan útil. Allí donde no llega el Estado llega Caritas o el trabajo de religiosos que por propia iniciativa son capaces de conciliar a gentes del barrio para atender las necesidades más básicas. Aquí, por ejemplo, muchas mujeres del barrio se sentían útiles colaborando con sus propias aportaciones culinarias. Por eso cada año, cuando relleno el IRPF marco la casilla la Iglesia Católica porque creo que hace una labor necesaria muy por encima de otras grupos de ayuda social.
A día de hoy han desaparecido las colas junto a la casa del párroco, ya nadie duerme en sus aposentos, han trasladado al cura a otra provincia. No sé qué es lo que ha podido suceder. Acaso a algunos vecinos les haya molestado la presencia de los pobres bajo su ventana; quizá la labor del cura, joven, desinhibido, trabajando por libre, haya molestado a sus superiores. Ha habido alguna entrevista poco informativa en algún periódico, una página en Facebook, nada más.
No creo que a los católicos les queden demasiadas oportunidades. Su labor social es impagable, pero también una magnífica ocasión para la propaganda. Detrás de ellos viene el islam que sabe hacer esas cosas tan bien como ellos y con menores remilgos. A medida que avance la crisis las oportunidades de unos y otros -y la competencia- para satisfacer necesidades van a ser muy grandes.
Mientras tanto los portales periodísticos dan como noticia de primera un asunto del siglo XIX:
jueves, 2 de septiembre de 2010
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