Ante el formidable reto que el islam presenta a Europa caben, como más o menos en cualquier tema político conflictivo, dos posiciones, la de los apocalípticos y la de los buenistas. Entre los más extremados de los primeros, algunas sectas de cristianos renacidos, tal como recoge en una crónica Rodríguez Rivero, llegan a afirmar en letras de neón: "La sangre de Jesús contra Obama. El 4 de noviembre de 2008 la historia hizo presidente de los Estados Unidos a un talibán musulmán elegido ilegalmente", exageración que banaliza y ridiculiza su propia posición. Hasta Aznar se apunta a esta posición.
Entre los segundos, columnistas, redactores y editorialista de El País, como éste que reduce a negocios y sólo negocios la penetración de Libia en Italia y en burla y broma el proselitismo de Gadafi en Roma. Su recluta de 500 señoritas a través de una agencia de azafatas, de las cuales alguna termina por convertirse y su proclama de que Europa ha de ser musulmana no altera el brillo de la sonrisa del periodista, así que termina contando un sucedido para seguir haciendo broma:
Pero las cosas en Libia tienen otro peso. Lo recordaba hace poco María Jesús Orbegozo, en una entrevista en que hablaba de su militancia antifranquista. Era trotskista y, cuando vivía en Roma, la enviaron a hablar con el embajador de Libia poco después de que Gaddafi tomara el poder. "Llegué, le solté el rollo de las revoluciones de los pueblos, él me escuchó muy serio. Cuando terminé me dijo: '¿Quedamos esta noche a cenar y a bailar?.Como si esa anécdota no desmostrase el trato despectivo y utilitario hacia las mujeres que debería impedir tomárselo broma. Gadafi es un líder musulmán y su mentalidad está arraigada en la mente de la mayoría de musulmanes que se han asentado en Europa. Es preocupante el silencio de los representantes de Europa ante tamaño desafío, su despreocupación ante el problema de la integración de los inmigrantes de origen islámico.
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