1. Una cámara hábilmente dispuesta y enfocada sobre un grupo de personas puede producir un efecto de multitud, de plenitud, de desbordamiento. Si se desdeñan los márgenes, los intersticios, los alrededores, si la cámara no se distrae, gracias al efecto hipnótico e inmovilizador de la televisión puede resultar impresionante y la adhesión del hombre de a pie ante tal congregación fácil o sumisa o entusiasta, cómo no comulgar con todos, cómo no querer sumergirse en la ceremonia colectiva, cómo quedar al margen.
Los procedimientos de medición modernos sitúan, para quien resista la tentación de la inmersión en la masa, las cosas en su justo sitio. La agencia EFE encarga desde hace tiempo una medición científica a una empresa que basa su cálculo en procedimientos fotográficos, Lynce. Procedimientos que desinflaron las grandes manifestaciones a favor de la familia en Madrid. Esta empresa ha contado a los manifestantes del pasado sábado en Barcelona: 56.000, con un margen de error al alza del 15%. ¿Puede una congregación fervorosa de personas, sean 60.000 o millón y medio como aseguraban los organizadores del acto, condicionar la vida de 7 millones? Hoy por hoy, a pesar de su gran imperfección, la única forma de medir el estado de opinión de un país es el escrutinio electoral. Las democracias se fundan en la ley y en la suma de los votos individuales de los ciudadanos no en el fervor.
2. Montilla que convoca una manifestación en la que es perseguido e insultado por los participantes tiene que salir escoltado. Un político que como tantos otros en el pasado ha sido tragado por su ambigüedad, debilidad y oportunismo. Su patético final ha encontrado quien lo narre:
El presidente andaba a paso firme, ya fuera de la manifestación, con una cincuentena de personas persiguiéndole. Algún exaltado, incluso, intentó agredirle. Montilla recibió muchos insultos, y a los radicales se les fue sumando gente al ver que Montilla abandonaba la marcha. Con mucho esfuerzo, el presidente llegó a la sede del Departamento de Justicia, a unos 200 metros, donde se refugió unos minutos. Un centenar de personas, de todas las edades, le esperaban fuera a gritos de botifler (traidor) y españolista. El mal trago acabó cuando el cuerpo de seguridad abrió un hueco en la calle: salió por una puerta lateral y se marchó en su coche oficial.
Minutos después que Montilla anduviera a paso brioso por la misma calle, pasó Pujol, tranquilo, escoltado sólo por una persona.4. Parlamentarios, consellers, alcaldes, concejales, otros cargos electos, familiares, cargos de libre designación, funcionarios que les deben el puesto, militantes y simpatizantes de partidos nacionalistas -casi todos los existentes en Cataluña-, asociaciones subvencionadas -cuántas convocaron la manifestación, ¿900, 1000?- periodistas afines, es decir, prensa igualmente subvencionada -radios, teles, periódicos, webs-, escritores y poetas, cantantes, entidades deportivas, sindicalistas, defensores de la lengua, entidades norcatalanas, miembros de herri batasuna y aralar, nacionalistas valencianos y de las islas, plataformas soberanistas y pel dret a decidir, asociaciones de vecinos, municipios y comarcas, ateneistas, miembros de entidades catalanas en el extranjero, toda esa gente y muchos más, ¿cómo es posible que no superasen los 60.000?
3. Varias veces en la historia, por uno u otro motivo, ha ocurrido que un país, una población, una muchedumbre ha saltado un escalón. Los protagonistas eran conscientes de dar un salto histórico, pero su euforia les impedía ver las consecuencias trágicas. Esa muchedumbre enfervorizada se apropió del escenario y arrastró al resto del país o de la región, a pesar de la enorme desproporción numérica entre los primeros y los segundos. Después del salto la población entera vivió en peores condiciones durante años o décadas. Por hablar sólo de hechos recientes: la adhesión masiva al fascismo, la alegre entrega a la revolución comunista, la pasión política que encendió a nuestros abuelos durante la República y la guerra civil. Todas ellas ocasionaron tragedias de las que fue costoso recuperarse.
4. Una anécdota que habla de la distancia entre la clase política y una parte importante de la población. En Castelldefels, el ayuntamiento decidió que en la plaza mayor a la misma hora del partido hubiese un baile de sardanas.
y 5. Fèlix Millet controlaba todas las obras públicas que se licitaban desde la Generalitat de Cataluña.
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