miércoles, 23 de junio de 2010

Quizá el progreso no esté donde los progresistas dicen

Hay una frase en el periódico que define la impostura de esta época:
"El diario es un signo de identidad para quien ama el progreso".
Así que voy raudo a comprobar qué sea dicha identidad a día de hoy -yo llevo leyendo este periódico toda una vida. 13 páginas más la portada dedicadas a la cosa de Sudáfrica, eso es el progreso. La frase la dice Nicolas Berggruen, cofundador de Liberty Acquisition Holdings, sociedad que mediante una fuerte inyección de capital acaba de adquirir PRISA. La familia fundadora de los Polanco ha visto reducida su propiedad al 30%.

Menos mal que en las páginas independientes de la mañana aún tienen cabida voces que no tienen miedo a encarar la realidad. Savater recoge esta frase de David Rieff, hijo de Susan Sontag y fundador y director del departamento Crímenes de Guerra en la Universidad Americana de Washington DC. Acaba de publicar un libro, Contra el recuerdo, donde aparece la frase:
"En las colinas de Bosnia aprendí a odiar pero sobre todo a temer la memoria histórica colectiva. En su apropiación de la historia, que ha sido mi pasión más sostenida y mi refugio desde la infancia, la memoria colectiva logra que la historia misma se parezca más que a nada a un arsenal lleno de armas necesarias para mantener las guerras o hacer de la paz algo tenue y frío".
Savater resume el libro de este modo:
El autor se enfrenta a venerables tópicos, como el dictamen de Santayana "los pueblos que olvidan su pasado están condenados a repetirlo" (dada la perpetua transformación de las sociedades, ninguna tragedia o desmán rememorados vacunan contra otros futuros y a veces sirven para legitimarlos) o el de que no hay verdadera paz sin haber hecho justicia (abundan los ejemplos contrarios y no siempre pueden ser igualmente bienaventurados los justicieros y los pacificadores). La memoria de los crímenes puede estar justificada en tanto viven quienes los cometieron, pero más allá de la desaparición de estos se convierte en una carga culpabilizadora que busca nuevos chivos expiatorios y fomenta discordias o atropellos. Recuerda Rieff que el complejo colectivo de víctimas suele crear otros verdugos: los nazis consideraban a los judíos culpables de la derrota alemana en la Gran Guerra, los estalinistas proclamaban que los kulaks boicoteaban la revolución y hoy algunos sionistas creen que los horrores del Holocausto justifican cualquier política opresora de los palestinos. Cuando un grupo humano tiene tendencia a automitificarse, incluso las mejores razones de la memoria colectiva son un combustible peligroso.
También recoge el periódico una entrevista con Craig Vanter, donde se lee:
Sí, estamos tomando el relevo a la biología: la evolución ya no es un fenómeno natural. Mediante el diseño de nuevos genes y organismos, podemos adelantarnos a la evolución en miles de millones de años. El árbol de la vida tiene a partir de ahora unas ramas enteramente nuevas. Ramas sintéticas. Son perfectamente distinguibles de las ramas naturales por las marcas de agua que introducimos en sus genomas.
 David Rieff, Savater y Craig Vanter no necesitan amar el progreso.

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