lunes, 21 de junio de 2010

Odio a Telecinco


Esta mañana en el mercado, que es donde mejor se medita sobre estas cosas, en la cola de la carnicería, una pequeña pantalla, colgada en el techo escupe imágenes conocidas: jóvenes lustrosos, ropas sueltas, sonrientes, agresivos, gritones. Telecinco. ¿Es Telecinco la forma inesperada del fascismo contemporáneo? Muchos han bailado con esa idea, cómo sería un fascismo en la actualidad. Seguro que no se parecería al de los años treinta. No necesita ser violento, no físicamente, pero toma de aquel la esclavitud de las mentes, la destrucción del individuo. También la apariencia de modernidad. La muchachada de Telecinco es juvenil, usa piercing y tatuajes, son musculosos, arrogantes, desinhibidos. La temperatura del estudio es trabajadamente alta: carne bronceada, cultura gay, gimnasio. Todo eso ya lo hacían los jóvenes futuristas italianos, ahora se añade la obvia, hipócrita y falsa solidaridad con los oprimidos y los pueblos lejanos. Es fascismo porque destruye a quienes secuestra, espectadores adictos. Vulgaridad exhibida sin reparo, vida aventurera que sucede en el interior de estudios, escenas semiporno, eso se ofrece a quienes no tienen otras alternativas: jubilados, desocupados, jóvenes en vías de fracaso, frikis. Secuestran su mente con granhermanos o islas más o menos desiertas, por no hablar de la amalgama de sucesos y faits divers que hacen pasar por telediarios. Una vida sustitutiva a cambio de incapacitación, no hace falta que salgan de casa, viven con la tele encendida todo el día.

Este fascismo inesperado tiene sus objetivos: el primero la rentabilidad económica de la cadena, sometiendo a una importante franja de la población y ofeciéndosela a un mercado publicitario que debe esperar, supongo, algún beneficio. Y, de modo más o menos consciente, otro político, ciudadanos capados. Capitalismo consumista, el de las últimas décadas, que espera individuos consumistas compulsivos, individuos que no puden ser ciudadanos autónomos, independientes, capaces de mandar a la mierda a una cadena como esta. Berlusconi es el máximo representante de ese consumismo político, ahora en quiebra, con una dictadura más o menos light en lo político pero implacable en el dominio mental. También ZP ha intentado hacer algo parecido en España con La Sexta y, en menor medida, con la Cuatro -el fútbol y el deporte en general es su forma de crear adictos-, aunque éstas tengan un elemento que no tiene Telecinco, la burla, el sarcasmo y en ocasiones la ironía, aunque pocas veces se llega a la ironía de veras inteligente y válida que es, la autoironía. En realidad, sólo se burlan de cosas viejas, caducas, muertas. Pero el elemento dañino es el secuestro mental que inhabilita a las personas atrapadas para ser independientes. Llega tarde este fascismo de mesa camilla para atrapar a toda la población, a la gente activa, pero a los más débiles, y en eso coinciden con el viejo fascismo, a los más débiles los convierten en zombis, los destruyen del todo.

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