jueves, 17 de junio de 2010

La última gran burbuja


Las élites que tanto velan por nosotros, la plebe, aunque más por sus negocios, están decididas a que no vivamos sin mitología, sea vieja o nueva. Por el lado progresista o socialdemócrata derrochan tanta energía en enarbolar sus flamígeras espadas contra otra mitología, cuya defunción data de hace siglo y medio, la cristiana, como en entregar su alma con mayor energía si cabe a un olimpo nuevo, cuyo empuje definitivo data de apenas 30 años, justo después de la muerte del caudillo. Produce asombro la cantidad de páginas, ya digitales ya del papel moribundo -por no hablar de sus telediarios que no veo, ni de sus radios que no escucho-, que ofrecen a la cosa de Sudáfrica. Los sacerdotes de esta iglesia prometían la gloria en pocos días, un éxito que se aseguraba infalible y que iba a llenar los vacíos bolsillos de los españoles de un humo denso, oloroso, afrodisiaco.
Pero esa burbuja, como todas las demás, también ha estallado, aunque tienen a su etérea presa bien agarrada por los colmillos y no la soltarán fácilmente porque les va en ello el negocio y acaso la vida.

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