domingo, 4 de abril de 2010

Monet en Giverny



El tren rompe el paisaje sin tiempo para distinguir entre arbustos y almendros en flor. Se hace difícil separar en la mancha de color que se extiende sobre el marzo lluvioso, verdes, malvas, amarillos, ocres. No asoma el sol entre las nubes atrapadas en los cerros del Guadarrama, la luminosidad suspendida en las trazas de la lluvia reciente se estampa y divide en campos muy variados. Desde lejos las manchas son uniformes, si la velocidad disminuyera y dispusiéramos de una pinza podríamos separar la densa pasta que emite destellos umbríos o brillantes de la luz que viene de la sierra.
Desde la ventana veo los grumos de color sobre la superficie irregular, con el color adherido en las telas de Monet. No hay un verde continuo, sino miariadas de tonos cambiantes, verdes que amarillean, que se vuelven blancos en los ribazos cuando cambia el rasante y ocres y grises en las calvas del terreno donde el agua se ha acumulado y luego secado. Una pincelada lisa y uniforme que se repitiese mentiría sobre el paisaje de la tarde que apenas comienza a declinar. Sin embargo, prescindiendo de los detalles, dejándose llevar por la velocidad, es fácil agrupar tonos de color en faldas más regulares, en formas romboidales, rectángulos, trapecios, no siempre delineados por obra del hombre que señala y marca y delimia las tierras.

Si el tren detuviera su marcha y el ojo pudiese hacer un zoom, se acercaría al grumo en el que el color estalla, a la materia que lo sustenta, y prescindir incluso de la propia materia y captar la mancha evanescente que por un instante, tan sólo ese instante, es un preciso tono de verde. Cada trozo de materia, una pincelada, un conjunto de pinceladas de intensidad variable, de trazo impreciso, de carga inconstante. La superficie irregular de la tela. Desiguales, imprecisas, fugaces las pinceladas, como el picoteo del gorrión en el charco, para fotografíar ese vago instante de luz fraccionada. El color inestable.

Es fácil hacer de los tonos malva de la nube una extensión del almendro. Desde lejos la percepción otorga a la nube una regularidad. Pero el paso fugaz del tren disuelve las formas y se queda con el tono, la uniformidad como algodón de azúcar. Es fácil recoger los detalles de los múltiples tonos malva, separarlos del almendro, aislar el color y reflejarlos en una tela uniforme. El color.



Hay que llegar al final de este video de Sacha Guitry para ver como pintaba Monet. Mueve la cabeza como un pájaro que se guiase con las ligerísimas sacudidas de la luz, del viento que pasa, del calor que declina, captando con los frágiles movimientos de su cuerpo pesado el instante que se niega a permanecer. La pintura de Monet quiere atrapar la imposible sustancia del tiempo. Como el pájaro, no parece reflexionar sobre lo que esta haciendo, mira, amasa y desliza el pincel, acumula pasta sobre la tela. La belleza es un efecto de lo que hace, una transposición.
Monet y la abstracción. Tyssen y Cajamadrid.

1 comentario:

mai dijo...

que hermoso! es emocionante ver pintar a monet