lunes, 5 de abril de 2010

Corazón rebelde (Crazy Heart)

No todas las historias son nuevas, la mayoría son viejas. "Los viejos rockeros nunca mueren", ha quedado como frase hecha. El prota de esta peli, Crazy Heart, es un cantante de country. ¿Cuántas veces hemos visto en la pantalla a un viejo cantante -57 años en este caso- que se arrastra por los escenarios y las tabernas, que va encontrando mujeres aquí y allá, lamiéndose las heridas, lamentando haber tomado la dirección equivocada en aquellos cruces de caminos que dejó atrás? El propio productor, y actor, de esta peli, Robert Duvall, ha protagonizado alguna de ellas, Gracias y favores. Tema viejo, pero hay que saber contarlo. Y Jeff Bridges lo cuenta muy bien. Porque esta peli no es una peli de director o guionista, sino de actor.

Hay una cierta rutina en los escenarios, en las banquetas de las barras de bar, en las camas de los moteles, en el desaliño, en la camioneta y en las carreteras secundarias; el director y guionistas se permiten echar bastante azúcar, suavizar aristas, en los paisajes de postal, en la bondad de los personajes que rodean al cantante, todos dispuestos a socorrer al héroe caído, en las situaciones que nunca llegan a ser dramáticas, aunque haya accidentes y pérdidas, en la bonita música que suena durante toda la proyección. Pero es una peli de Jeff Bridges, una peli de actor, pues. Una peli que éste ya ha rodado antes, por ejemplo, en el escritor de Una mujer difícil, o en el Nota de El gran Lebowski, incluso en el militar psíquico de la reciente y fallida, Los hombres que miraban fijamente a las cabras, pero de los grandes actores se esperan variaciones nuevas sobre su personaje. Su presencia de grandullón llena la pantalla, la acaricia, como lo hace con quienes aparecen junto a él, la empatía es fácil y uno desea que se levante y vuelva al cuadrilátero. Las cosas son más ásperas en la vida real. El alcoholismo es difícil de enmendar, difícil de reparar una persona autodestruida, pero al cine se suele ir a llorar un poquito y a que te digan que hay segundas oportunidades, que el final nunca es definitivo.

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