jueves, 15 de abril de 2010

¿Dónde están los productores valientes dispuestos a ganar dinero?


No hace falta mirar a EE UU y sus corrupciones, las tenemos en casa. Las cadenas privadas del TDT español tienen al alcance una gran fuente de ingresos que no saben o no quieren explotar. Hablan por ejemplo de Marbella y sus alrededores en programas de ínfimo presupuesto e ínfima calidad, pero con algo más de ingenio y dinero podrían hablar de lo mismo pero interesando a un público más vasto y con mayor poder adquisitivo. Muerte, sexo y poder, el asunto de siempre, pero sacado de la realidad. En los asuntos de Marbella hay una saga para varias temporadas, material de primera: políticos, abogados, jueces, periodistas corruptos, blanqueo de dinero, individuos que de camareros han llegado a la cumbre y luego a la cárcel, tonadilleras enamoradas de chulos sin escrúpulos, fútbol, jeques árabes, mafias de varias nacionalidades, juicios, muertes inexplicadas, disputas entre partidos para alcanzar el poder y con él la gestión del suelo y la edificación al por mayor, famoseo internacional, nuevos ricos con cuadras de caballos y colecciones de arte de lo más vulgar.

¿Cómo es posible que con tal material no se haga una serie que daría dinero a espuertas en España y fuera de ella? Seguro que hay talento para hacer buenos guiones, pero es condición que las productoras se olviden de los escritores que teclean sin salir del cuarto de estar. Están maleados por la ficción y a la vista está que se conforman con libros baratos, ajados y de ningún interés, aunque aún haya mucho tonto dispuesto a hacerles la ola y darles premios municipales, autonómicos y a toda una vida dedicada a. Las productoras tienen que hacer los encargos a jóvenes periodistas impertinentes que pateen la calle, que desprecien la literatura, que tengan por vitola no aspirar a premios literarios, sino ganar dinero. Del mismo modo tienen que olvidarse de los directores de cine que suenan y buscar a gente recién salida de la facultad, por ejemplo los documentalistas de la Pompeu Fabra, o de la publicidad, y encargarles un capítulo a cada uno. Lo mismo con los actores, los hay buenos y jóvenes, y desconocidos. A por ellos, están hambrientos de oportunidad.


Y luego está el tema del terrorismo. Hay dos series completas con sus correspondientes temporadas, una en torno a ETA y otra en torno al 11-M. Periodistas que trafican con empresarios y políticos convirtiendo la información en aburrídísimo politiqueo, políticos que negocian con los terroristas ofreciéndoles cosas a cambio de no se sabe qué, terroristas salvados de un atropello que matan a su salvador y una vez en la calle montan un negocio bajo la vivienda de la viuda, desaparecidos con un motón de dinero que reaparecen asesinados en un agujero, policías que dan un chivatazo a los terroristas para no ser detenidos, enviados del gobierno que pactan con la mafia marsellesa para atentar contra los terroristas, directores generales amontonando bolsas de dinero en su despacho oficial, periodistas y políticos que medran calentando la opinión, infiltrados, espías, gargantas profundas, blogueros, peleas internas, delincuentes comunes robando dinamita y vendiéndola a islamistas, peritos que se pelean, jueces vedetes, novias, mujeres biógrafas del marido importante, traiciones, pasiones con unos y otros. Y todo ello sin inventar ni una coma, al alcance del que más corra, tan sólo hay que reordenar el material, construir el guión y ponerse a rodar. Ahí está el Galdós de los Episodios Nacionales, el Baroja de las guerras carlistas, el Delibes del franquismo, necesitamos que alguien sin miedo, sin prejuicios, sin bandería, que no sepa nada de la guerra civil, que describa con desparpajo a los herederos de Polanco y al director de las pajaritas, que escarbe en la mierda del PSOE y ponga el oído en los reclinatorios del PP, que escriba un capítulo sobre la sabrosa relación entre el banquero y el juez ("Querido Emilio"). Lo necesitamos con urgencia para salir de este parón en el que nos hallamos como país.

Ahí está el material de primerísima calidad e interés que puede renovar la moribunda literatura y el desfalleciente cine español. ¿A qué esperan los productores con pelotas? Si yo tuviese dinero me lanzaría de cabeza. ¿O acaso está todo tan corrompido que ninguna cadena, ningún productor, está libre de amenazas y favores, de deudas políticas, de subvenciones, tanto que no se atreve a ganar dinero sin molestar?

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