lunes, 19 de abril de 2010

Campos de concentración


Camino por los bajos del antiguo monasterio de San Benito. Las fotos de la exposición están ambientadas en las semanas santas del franquismo. Fotos de Colom, Català-Roca, Miserachs, Sanz Lobato, Terré, Castro Prieto, García Rodero. De entre todos me impresionan las fotos menos elaboradas, menos teatrales, donde la escenografía es menos evidente, las de Rafael Sanz Lobato. Fotos del pueblo Bercianos de Aliste,  Zamora. Una frase me asalta: campos de concentración.
Impresiona ver esa retahíla de mujeres vestidas de negro, de la cabeza a los pies. El rostro asurcado, reseco, de los hombres que van o vienen de las procesiones con una seriedad que no deriva del sentimiento religioso sino del sometimiento. Arrastran una tristeza natural, como de corteza de árboles en invierno. Imágenes del desamparo, un desamparo metafísico. La autoridad civil, eclesiástica está en el aire que les circunda.

Los pueblos de la España de entonces, hasta finales de los sesenta, eran campos de concentración. Vida regulada, obligaciones, deberes, obediencia. Ni siquiera contaban con la conciencia de la rebelión interior, de pensar que la vida podía ser de otro modo, que sí tenían los intelectuales a los que censuraban obras, los políticos comunistas que se oponían en la clandestinidad, o que sufrían en las cárceles o en el exilio, o el movimiento sindical naciente en las fábricas.
Para los hombres sometidos de la España interior no había conciencia de que otra vida era posible.

De creer al propio Sanz Lobato, esta chica que aparece en primer plano sería uno de los pocos casos de rebelión. Al quedar embarazada, siendo soltera, fue expulsada del pueblo Bercianos de Aliste (Zamora). Años después volvió y desafiante se puso a la cabeza de la procesión de beatas.

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