martes, 23 de marzo de 2010

El despido humanizado

"Gente que construyó un imperio o que cambió el mundo se sentó donde está usted ahora". (Ryan Bingham, el personaje que interpreta George Clooney en Up in the air)
Sonreímos cuando recordamos al viejo maestro afirmando que la tierra tenía 4.000 años de edad o que el mundo había sido creado por Dios. Sonreímos, somos adultos. Poner en pie los andamios de la ciencia y del pensamiento racional ha costado lo suyo. Sin embargo, en las playas del capitalismo, en las horas que el trabajo nos deja libres, compramos lo que la publicidad nos aconseja y nos movemos como mecanos del siglo XVIII separando la materia orgánica en recipientes precisos, apagamos las luces de la casa en fechas señaladas y observamos la tierra como una ballena furiosa y amenazante por no cumplir con las reglas. Ahí están las enormes chimeneas generando nubes tóxicas, las extensas tuberías de los Monegros echando el agua del Ebro en la tierra yerma, las desaladoras gigantes devolviendo la salmuera al mar, la insensata vida de nuestras ciudades atascadas y sucias por una miríada de coches. Los nuevos molinos de viento, las desaladoras, la minería del carbón que sigue después de dos siglos. Hemos convertido la negación en una letanía. Los dueños del capital han contratado a un batallón de curas, que ahora se llaman periodistas, psicólogos, pedagogos y ecólogos, en realidad avatares todos ellos de una única profesión, la de publicitarios. Y nos damos con el puño en el pecho. Y nos reímos del viejo mestro. Aquí unos cuantos ejemplos de incesantes letanías: el cambio climático, Obama, Fernando Alonso; estos días asistimos al nacimiento de una nueva: Lionel Messi.

Pero hay más disfraces de esa profesión única de chamanes, de ladrones de la razón. La visten con una palabra codificada -todos tienen su jerga-, outplacement, la que ejercía Ryan Bingham, el personaje que interpreta George Clooney en Up in the air, el encargado del despido humanizado, dice el periódico. El periódico, que en su irresistible decadencia, ha convertido toda noticia en un acto de publicidad. El periodista los define y luego ensaliva, con ese perverso candor socialdemócrata, una retahíla de reglas para conducir a la gente al infierno del paro con una palmada en el hombro. Ah, ni una sola opinión de los condenados recoge el periodista.
Empáticos, humanos, sinceros y adictos al coaching y al sentido común. Así son (o deberían ser) los ángeles de la guarda del despido.

Las reglas del buen despido

- Cerrar la puerta. El despido debe ser una ceremonia privada entre el empresario y el afectado. "Nada de teléfonos ni distracciones. No hay que tener prisa. El trabajador se merece que el empresario le dedique toda su atención", (Marta Romero, de MOA-BPI Group).
- La decisión debe ser irrevocable. "¿Por qué yo? Puedo mejorar". Todos los despedidos responden lo mismo, pero hay que mantenerse firme y no echarse atrás. Hay que ceñirse a un mensaje único", (Maribel Vallbona, de Quality Search).
- Evitar las disculpas. Es preferible mantener la distancia profesional. Queda mejor un "me cuesta mucho tener que despedirte" antes que un "siento mucho despedirte".
- Conocer al despedido. Conviene conocer el perfil humano del empleado además del estrictamente laboral. Saber su salario es prioritario, pero también es positivo conocer su estado civil o si tiene hijos.
- Prohibido echar en víspera de vacaciones. Navidad y vacaciones no son buenas fechas para recortar personal. Tampoco se debe despedir ni el lunes a primera hora ni el viernes antes de marcharse a casa.
- El duelo. "Deje que la persona se tome su tiempo. Que recoja sus cosas, que charle con sus compañeros, que se desahogue frente a ellos", (una experta).
- El efecto pasarela. Cerrar la relación con el empleado motivándolo es una buena medida. El elegido tiene que ser consciente de que su vida laboral no acaba cuando se prescinde de él.
"En una ocasión un jefe me lanzó un 'sin problema' después de despedir a un empleado. Yo le recibí dos horas después y ahí había una bomba a punto de estallar. Le diagnosticaron angina de pecho".

1 comentario:

Anónimo dijo...

El autor de este blog etiqueta esta entrada en "Al sumidero", pero yo lo etiquetaría en "Teatro", es más inventaría una nueva etiqueta: "Patomimas que no engañan a nadie".
Las empresas cada vez están más preocupadas por despedir a sus trabajadores del modo más somero posible, queriendo a toda costa dar la impresión a los medios, a la opinión pública que sienten "algo" por esos despedidos, cuando realmente lo único que les preocupa es no empeorar una posible buena imagen de empresa que tengan establecida y a la cual han llegado con la inversión en publicidad y relaciones públicas diversas de sus buenos dineros (es decir detrayendo del beneficio, para "invertir" en buena imagen y por eso están dispuestos los dirigentes empresariales a seguir "invirtiendo" todo el dinero necesario en llevar a cabo unos despidos lo más "light" posible).
En ese artículo se ha tenido en consideración la opinión de los que abren y cierran expedientes de contratación, pero el estudio cojea porque no se sabe qué siente o qué dice una persona despedida.
Ni qué decir tiene que las reglas del buen despedido serán observadas cautelosamente por el profesional del despido, pero yo me pregunto: ¿no hubiera sido más necesaria toda esa sutileza aplicada a la relación laboral mientras ésta duró y no sólo emplear las buenas maneras y la preocupación por el futuro ex-empleado el último día de la relación contractual?