viernes, 26 de marzo de 2010

El arte del poder


Son tantas las obras maestras que atesora El Prado, tantas sus posibilidades de intercambio con instituciones internacionales, que es difícil que cualquiera de las exposiciones temporales que organiza puedan defraudar. Pero es que además, El Prado puede hurgar en los fondos del patrimonio nacional y descubrir piezas que la mayoría desconocemos. Ahí tiene El Prado una mina y es impensable que agote nuestra capacidad de sorpresa y de disfrute. Es lo que sucede con esta, El arte del poder. Maravillosamente organizada, se muestran los emblemas del poder de los austrias durante los siglos XVI y XVII en torno a la Real Armería de Madrid, y aun su prolongación en el XVIII borbónico. Las colecciones que los austrias atesoraron en su armería no eran armas de guerra, sino objetos que ensalzaban su poder, su riqueza y conocimiento del arte y de la antigüedad clásica. Armaduras completas, como la llamada armadura de la labor de las flores, rodelas, celadas, borgoñotas, espadas de los mejores armeros o escultores alemanes o italianos aparecen en todo su esplendor, tal como debieron lucir en las paradas en las que el poder mostraba su autoridad. Estas piezas, que los reyes de la dinastía tenían en gran valor y por las que pagaban mucho más que por sus colecciones de pinturas, aparecen luego en los retratos oficiales que cada uno de ellos encargó, o en los de sus sucesores, o en los de los nobles que quisieron y pudieron imitarlos. Posar con la armadura de la labor de flores o la de aspas y cruces suponía enlazar con los gloriosos antepasados que las lucieron y con los hechos de armas a los que remitían y fundar en ellos su legitimidad.


Pero no es sólo una lección de historia lo que la muestra nos ofrece, sino el descubrimiento de obras maestras que expuestas adecuadamete proporcionan un disfrute inigualable. Ahí se ven, por ejemplo la celada de parada de Carlos V, o la rodela con la cabeza de la medusa obras ambas de Filippo Negroli , pero también cuadros que puestos en contexto adquieren una significación nueva o más completa, como el retrato ecuestre de Carlos V en Mulberg de Tiziano, o el retratro que Antonio Moro hiciera de Felipe II.

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