jueves, 11 de febrero de 2010

Imposturas artísticas

Hubo un momento en que el arte pareció haberlo dicho todo. Los artistas habían llegado al límite: hacía tiempo que habían escapado del taller, después del marco del cuadro, de la propia tela, del objeto representado, del color y de la materia utilizada y del propio artista creador que convertía un objeto cualquiera en objeto artístico mediante el acto de su firma. Así se llegó al momento sublime, puro e incontaminado, en que la obra terminaba en su propia concepción. Cualquier realización era una mancha.
"Hubo un cambio de paradigma en los primeros años de la década de 1960 e incluso antes, el expresionismo abstracto parecía agotado y nadie sabía qué dirección tomar. Recuerdo que el MOMA (Museum of Modern Art) montó una exposición titulada The new figuration y yo pensé que volvía la figura. Pero lo único cierto es que los artistas se aburrían y de este aburrimiento salió el minimalismo, el arte pop y el arte conceptual. Pero yo odio ser etiquetado y clasificado, así que siempre he intentado escapar buscando no ser ni carne ni pescado".
Así que, qué podía hacer un artista en aquellos días para ser artista, es decir único, es decir genial. Quizá lo mejor era quemar toda la obra y enmudecer. Hubo algunos, en los distintos campos del arte, que quemaron su obra -existen muchas leyendas al respecto-, otros que la mandaron quemar -quizá a sabiendas de que el albacea no cumpliría la orden y el gesto añadiría fama al legado-, y otros por fin, hicieron de su mudez el gran desafío a los muñidores del arte. Acertaron, ese hecho les proporcionó fama inaudita.
"Tenía la sensación de que el arte conceptual de aquel momento era demasiado pedante. Así que intenté ser un no-artista". 
Así pues en 1970 John Baldessari decidió quemar todas -¿todas?- sus obras realizadas entre 1953 y 1966. Pero del mismo modo que otros artistas hicieron de su silencio un gesto clamoroso (Salinger, por ejemplo, con su hosca fotografía; Rulfo finiquitado en su Pedro Páramo), de la languidez tasada y medida de su obra un hecho insólito de inabarcable significado, Baldassari olió los réditos de la chamusquina: junto a un amigo artista, que poseía un horno crematorio, elaboró un ritual, el Cremation project, que incluía la documentación de la quema, las cenizas, la correspondiente urna, la lápida y la esquela.
Tras aquel gesto no muy lejano de la rabieta infantil, la nada que Baldessari tenía que decir la siguió diciendo a través de pastiches y mucho vídeo. Véanse por ejemplo: I Am Making Art , 1971; john baldessari sings sol le witt; John Baldessari - Time & Temperature (1972/1973). Sin embargo, la mejor aproximación a la obra del artista se encuentra aquí.

A pesar de bailar de puntillas, todo el mundo considera a Baldassari como artista conceptual. Ahora el MACBA de Barcelona reproduce una exposición de la Tate Modern. En ella hay unas cuantas obras que no se quemaron porque estaban en manos de coleccionistas, en total se presentan 130 obras realizadas entre 1962 y 2009, que ya son obras para un no-artista. Es curioso, cómo estos genios de la nada añoran los tiempos en que se hacían obras para ser contempladas en las paredes de los museos. Siempre que les dan la oportunidad la agarran, aunque no tengan nada que exponer.
"En los primeros años los artistas nos reuníamos en el Max's Kansas City, de Nueva York, y creíamos realmente que había progreso en el arte. Había tantas ideas nuevas que todos nos atribuíamos que propuse establecer un ordenador central para que cada vez que alguien tuviera una idea pudiera llamar y registrarla o descubrir que otro lo había pensado antes. Ahora vivimos lo que se llama pluralismo, no hay un estilo dominante, uno toma prestado del pasado, un poco de aquí un poco de allá...".
Si, de todos modos, si se quiere tener una experiencia artística conceptual, acúdase al MACBA. Esto es lo que verá:

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