viernes, 12 de febrero de 2010

El no-artista John Baldessari

Mirémoslo desde otro punto de vista, presupongamos honestidad en los artistas. Entonces, Marcel Duchamp fue el primero, cuando firmó el urinario y le puso título y cuando se retiró del arte para ser uno cualquiera y matar el tiempo jugando al ajedrez.
Como habíamos bajado del pedestal al asunto y la figura, erradicando el gusto y la tradición como temas del Arte, dejando en el taller a los artistas con sus cavilaciones, y seguimos después alejando del arte la propia pintura y el cuadro, incluso los materiales que lo habían ennoblecido, tocaba ahora convertir al Divino Artista en uno de los nuestros, un hombre terrenal, no muy diferente de cualquiera de nosotros. Se había acabado pues la singularidad, el objeto sagrado, la misión divina de aquellos que el renacimiento había singularizado y el romanticismo convertido en genios. ¿Pero fue eso lo que sucedió, el arte y sus creadores se convirtieron en sucesos ordinarios?

Cuando John Baldessari proclama
"Tenía la sensación de que el arte conceptual de aquel momento era demasiado pedante. Así que intenté ser un no-artista". 
había llegado tarde, el momento virginal había mutado de las galerías de arte a los talleres de costura y del despacho del arquitecto a las oficinas de diseño. Cualquier artesano creía atesorar un nombre y tener reservada una plaza en el Olimpo. Esa fue la primera consecuencia de la desmitificación del arte que Duchamp emprendió. Ahora mismo no hay nada más cercano a esa transmutación que el cuerpo -y sangre- de Cristiano Ronaldo, los calzoncillos de Bakham o una arrancada de Messi que acaba en gol. Los hombres se agolpan ante una pantalla para asistir al prodigio, pasearse por un museo es puro esnobismo.

La segunda consecuencia no fue convertir los objetos artísticos en objetos de la vida cotidiana, sino hacer de los objetos no-artísticos y de los gestos de los no-artistas piezas de museo. Embalsamados eso sí, fósiles de otro tiempo. ¿Cómo salvar sino la penosa contradicción de John Baldessari, que tras quemar su obra vuelve a hacer más obra, a rememorar su gesto incendiario, a recuperar parte de lo perdido, a acudir al museo, el Sagrado Lugar del Arte, que una vez quiso incendiar? Porque el débil John Baldessari no puede sustraerse a la melancolía del Arte. Ser artista es una maldición en estos tiempos, también ser un no-artista.

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