lunes, 8 de febrero de 2010

El extraordinario caso de la llegada del AVE a Valladolid

Una de las cosas que más sorprenden al visitante primerizo de Valladolid es el enorme tajo con que la vía del tren marca el rostro de la ciudad. Durante décadas ha sido la línea de separación entre dos ciudades muy mal comunicadas -por medio de túneles y viaductos cochambrosos-, la de los vallisoletanos de siempre y la del aluvión de trabajadores de Fasa Renault y alrededores. La llegada de la Renault a la ciudad supuso convertirla en una ciudad industrial, con todas sus desventajas y la compleja excepción de dar trabajo a mucha gente que de otro modo no podía prosperar. Se construyeron barrios enteros sin una idea de ciudad. A la vista está que aquellos no fueron tiempos de grandes arquitectos e ingenieros ni de cuidadosos urbanistas. En paralelo, en los años centrales del franquismo se sustituyó y destruyó el viejo casco histórico por una descontrolada y fea reurbanización que tiene difícil arreglo.

Por fin, Aznar planificó y Zapatero inauguró la llegaba el AVE. A bombo y platillo se vendió la idea de la ocasión única para rehacer la ciudad, siguiendo el ejemplo de la canalización del Turia en Valencia o de la recuperación de la ría de Bilbao. Cabían varias posibilidades. Circunvalar la ciudad con una vía nueva, por ejemplo, sacando la estación fuera, lejos del centro, y urbanizar la zona liberada, siguiendo los ritmos y las necesidades del mercado y de la propia ciudad. Es lo que se ha hecho en otras ciudades, Tarragona y Burgos, por ejemplo. O bien, no tener prisa y esperar a que el Estado se encargase de la obra, llegando el AVE a la ciudad con los deberes hechos: soterrando y acondicionando las infraestructuras, como se ha hecho en Madrid, Barcelona, Sevilla, Málaga. El Estado se vería en la obligación de hacerlo si quería que el AVE llegase a Galicia y Asturias a Bilbao, San Sebastián y Francia.

Pues no, ni una ni otra. El AVE llegó con precipitación, con pasos a nivel incluidos. ¿Qué ha ocurrido? Los hijos o los nietos de aquella burguesía depredadora que destruyó los palacetes renacentistas y barrocos del centro de la ciudad vieron la ocasión de la gran tajada especulativa. Traer el AVE a toda prisa y soterrar y reurbanizar poco después de modo que la liberación de terrenos que el soterramiento dejase libres costease los trabajos y siguiese llenando las arcas de las constructoras, los comisionistas y la hacienda pública. Cómo desperdiciar tamaña ocasión. El problema es que todo eso se planificó en época de vacas gordas, cuando la financiación no tenía límite y nadie pensaba que las necesidades y los sueños de la clase media tenían techo.
¿Quién va a pagar la inmensa obra proyectada en años tan duros como los que se avecinan? ¿Por qué no se presionó al Estado para que soterrase al mismo tiempo que el AVE llegaba? ¡Si hasta en un pueblo como El Prat de Llobregat lo han hecho!

Entrevistan al consejero delegado de las obras y ante las preguntas complacientes del periodista, balbucea:
En Valladolid, las previsiones que se hicieron hace cinco años fueron absolutamente razonables en función de la centralidad y la calidad que tienen. No fue el cuento de la lechera.
En esa frase está el drama entero de la ciudad. La frase es el negativo de lo que piensa este hombre y todos aquellos a los que representa. Su caída de las torres gemelas. Absolutamente razonables, quiere decir, qué gran brindis al sol; centralidad y calidad, quiere decir, los ciudadanos iban a endeudarse de por vida para acceder al espejito de la madrasta de Blancanieves; en fin, el cuento de la lechera. De nuevo, la avara burguesía le ha vuelto a fallar a la ciudad.

1 comentario:

Tu troll favorito dijo...

Los políticos han utilizado este medio como arma de cazavotos, el AVE es un tren para los ricos que lo pagarán los pobres... (sabiendo que existen otros modelos de trenes mucho más baratos y casi igual de rápidos)