domingo, 10 de enero de 2010

¿Por qué no se legalizan las drogas de una vez?



¿Cómo es posible que la ONU o los gobiernos de medio mundo no hayan decidido aún la despenalización de las drogas? ¿A qué esperan? ¿Qué batalla piensan ganar? ¿No les importa que países cómo México estén a punto de convertirse en narcoestados? ¿Cuáles on las razones, a parte de principios difíciles de conjugar con la práctica, que les inmovilizan?

Vargas Llosa también se lo pregunta y ofrece una buena explicación:
¿Por qué los gobiernos, que día a día comprueban lo costosa e inútil que es la política represiva, se niegan a considerar la descriminalización y a hacer estudios con participación de científicos, trabajadores sociales, jueces y agencias especializadas sobre los logros y consecuencias que ella traería? Porque, como lo explicó hace veinte años Milton Friedman, quien se adelantó a advertir la magnitud que alcanzaría el problema si no se lo resolvía a tiempo y a sugerir la legalización, intereses poderosos lo impiden. No sólo quienes se oponen a ella por razones de principio. El obstáculo mayor son los organismos y personas que viven de la represión de las drogas, y que, como es natural, defienden con uñas y dientes su fuente de trabajo. No son razones éticas, religiosas o políticas, sino el crudo interés el obstáculo mayor para acabar con la arrolladora criminalidad asociada al narcotráfico, la mayor amenaza para la democracia en América Latina, más aún que el populismo autoritario de Hugo Chávez y sus satélites.

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