martes, 12 de enero de 2010

Esta época manierista



Los artistas son aquellos que siempre quieren sorprendernos. Los escasísimos y buenos lo consiguen, los demás viven de la rala imaginación y de la inquina que emerge de las subvenciones inmerecidas. Los años, las décadas mejor, de la posvanguardia han sido atroces. No sólo nos han proporcionado aburrimiento, encima querían que les reconociésemos su genialidad. Parece que poco a poco los egos desmesurados se están pinchando al tiempo que se desinflan los bolsillos de sus ingenuos o interesados patrocinadores. La senda nueva parece ir por do el arte solía tras épocas de plenitud y decadencia, por el manierismo. ¿Podría ser esta una época de Grecos y Fragonards, que anticipase un Caravaggio por otros medios? Cuando dentro de un tiempo se vuelva sobre el tiburón sumergido en formaldehído o sobre la calavera de diamantes de Damien Hirst la mirada no será diferente a la que se detiene ante la s figuras estiradas de Parmigianino.



Esta imagen, por ejemplo. ¿Cómo no fijarse en ella? Esta mujer crucificada de Maurizio Cattelan o el Worker de Giulia Piscitelli combinan lo antiguo y lo moderno, el deseo y la restricción moral, la publicidad y la catequesis progresita, hasta el trampantojo, pues no es lo que parece y hay que informarse sobre el material y sobre la técnica para ver cómo están hechos.

No hay comentarios: