miércoles, 27 de enero de 2010

El suicida nos convoca, dice el filósofo

Afirma el filósofo (Sidi Mohamed Barkat (Tlemcen, Argelia, 1948), profesor e investigador del Departamento de Ergonomía y Ecología Humana de la Universidad de la Sorbona) sin más fundamento que la especulación, sin mostrar las pruebas de lo que dice, como si la sociología fuese una ciencia por inventar:

Los suicidios son el grito desesperado de los trabajadores que sucumben. El Gobierno buscó una razón para los suicidios y los atribuyó a problemas personales. Para mí son un grito de revuelta ante una situación que nos desborda y de la que no podemos escapar; el suicidio abre una brecha para poder tomar el aire, es una cuchillada, como lo fue realmente en el caso de un trabajador de France Télécom que en medio de una reunión se clavó un cuchillo en el abdomen. El que se suicida nos convoca para ver lo que los demás no vemos. Nuestra civilización no es consciente de que está produciendo muertos vivientes, zombis.
Alguien podría pensar que tras la burla a la que Bricmont y Sokal sometieron a buena parte de los filósofos franceses en sus Imposturas intelectuales, los discípulos de estos mirarían a izquierda y derecha antes de abrir la boca. Pues no. Hay quien no tiene vergüenza y dice cosas como estas:
"El trabajador ha sido transformado en una especie de empleador de sí mismo. El sujeto emplea al cuerpo. La lucha de clases se ha trasladado al interior del individuo".
La cuestión fundamental es cómo se hace correr a la gente. Si usted sólo quiere simplemente trabajar, no le darán ese empleo. Por esto se busca sólo a jóvenes, a gente que cree en esa idea de que son ganadores y no perdedores y que están dispuestos a comprometerse en el éxito, que están por la acción; gente que quiere moverse... El movimiento es el elemento determinante. El segundo elemento es la polivalencia y la reestructuración, lo que supone sustituir la existencia. Pero esta misma regla permite que la empresa diga regularmente que no hacen suficiente. La gente corre para atrapar, no sólo el salario, no sólo el reconocimiento, corre por el simple hecho de correr. Cuando se corre se crea un hilo y si uno se para, el hilo se rompe. Correr es trazar una línea. Esta línea no existe. Sólo existe cuando se corre.
 Siempre hay gente dispuesta a ser encantada o embaucada, a que le indiquen desde el púlpito (el periódico) su cárdena culpa y el sambenito que han de portar. Aunque se suponía que los periódicos serios dejaban este sector del negocio para la rama televisiva que atiende a OVNIS y otras novelerías.

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