martes, 3 de noviembre de 2009

Si la cosa funciona (Whatever Works)


Un viejo profesor de Yale que estuvo a punto de conseguir el Nobel de física se topa con una veinteañera salida de las brumas del sur (y de My Fair Lady); un matrimonio de ese sur tenebroso, cuyos habitantes apenas conocen la luz solar, conservadores, religiosos, partidarios de todos los bushes, llega a la ciudad de la tentación buscando a su hija; un grupo de amigos bohemios, acomodados, hacen de corifeos del sesentón; el prota se encara a la cámara y alecciona a los espectadores; se trata de Si la cosa funciona (Whatever Works). Puro Woody Allen, el de siempre, el del humor fácil y pesimista, que dispara cuando escribe, dotado con la gracia del judío burlón que se ríe de los topicos de los que penden cada una de las marionetas que cada uno de nosotros somos, pero sin hacer sangre.

Y enredos, muchos enredos. El sesentón cobija a la chica en su casa, la formatea al modo irónico de cuando se sabe que se hacen las cosas por segunda vez (el lingüista Henry Higgins transmutado en el Larry David de Seinfeld y la vendedora de violetas, Eliza Doolittle amoldada en las carnes góticas de Evan Rachel Wood, la "Pretty Persuasion" de Marilyn Manson) y, oh, se casa con ella, hasta que la impetuosa biología pone las cosas en su sitio y aparece el mancebo irresistible; la madre ceñida y constreñida del sur, en la Sodoma moderna, aprende que tiene un don, la fotografía, que le lleva al mundillo y a las exposiciones, y que tiene tirón, bohemia y hombres, muchos hombres y ménage à trois; el padre que viene buscando a la hija y a su ex mujer, de la Rifle Association pasa a un bar donde como en Seinfeld cuenta y oye historias de lo más disparatadas, de esas que comienzan siendo broma y terminan aposentándose en la realidad y descubre que no le van las mujeres y que hay cosas más atractivas.

El Woody Allen gozoso, pues, que salió de la pantalla para vivir como sus personajes, o al revés, que ha hecho reír a dos generaciones y que después de devolver con torpeza los halagos que recibía en Londres (Match Point, Scoop) y en Barcelona (Vicky Cristina Barcelona) vuelve por sus fueros y demuestra que no está tan acabado como pensábamos.¡Que sean muchos más!

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