lunes, 30 de noviembre de 2009

La lista de América Latina


Saca El País a pasear a los personajes más conspicuos de América Latina para conmemorar los 200 años de esa región del mundo, libre del manto opresor de España. Y se les ocurre hacer una lista. Las listas están de moda, són fáciles de hacer y los convocados creen estar construyendo un monumento perdurable. De su lista de los 10 personajes más importantes de su historia lo más llamativo son las exclusiones: no hay mujeres, no consta Brasil y no hay científicos. Acaso la lista sea fiel a lo que esa zona del mundo ha sido durante estos dos siglos, un continente de machotes, que ha vivido en contra de su propia realidad y entregada a la imaginación desbordada. Si es así, entonces los 109 listeros -la mayoría abrumadora literatos- no mienten y los escogidos son los más representativos.

Que el primero de la lista sea Bolívar no es cuestionabe, pero qué decir de que el segundo sea Fidel Castro y el tercero el Che Guevara, y que el reseñador, tan pimpante, diga que en la lista es central el desafío a los imperios y a las dictaduras y que Con todo, se mantiene el apoyo fervoroso a Fidel de un gran sector de la población cubana. Sustituyase, en otros contextos, a Fidel por Franco, por Stalin, Hitler o Pinochet.
Pero lo más aterrador de la lista es la ausencia de científicos (sólo 3 referencias a Celestino Mutis, por ejemplo, y en un caso cambiando el nombre propio), ingenieros, emprendedores y demás gentes que hayan laborado en la organización material de esta América y en el interés común de sus gentes. Tanto en los escogidos como en los votantes, se aprecia que América, enfrentada a fantasmas inasibles, ha sido entregada a sus retóricos y a sus literatos. Que en la vida de sus gentes está más viva Macondo que Ciudad Juárez o Sao Paulo.

Del tercero de los escogidos se destaca esta frase, de un discurso del Che,
Es preciso, por encima de todo, mantener vivo nuestro odio y alimentarlo hasta el paroxismo, el odio como elemento de lucha, un odio implacable al enemigo que nos impulsa más allá de las limitaciones naturales propias del hombre y lo transforma en una máquina de matar efectiva, seductora y fría. Así deben ser nuestros soldados, un pueblo sin odio no puede vencer a un enemigo brutal.
 Pobre América Latina, tan cerca de sus fantasmas y tan lejos de la realidad.

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