miércoles, 25 de noviembre de 2009

"El pobre infeliz viene leyendo"


Opiniones refrescantes, aunque sea en días de frío. Juan Gabriel Vásquez (Bogotá, 1973), autor de de los 17 ensayos de su El arte de la distorsión (Alfaguara).
La época de la novela como instrumento para entender el mundo está muriendo y los escritores de este tipo de obras no parecen estar muy presentes en la vida oficial.
En el temperamento predominante, la gente quiere respuestas, no más preguntas; desea poco pensamiento profundo y eso explica auges tan dispares como el de los libros de autoayuda o el de las dictaduras en Latinoamérica. Se quieren respuestas en blanco y negro, no matices; nuestra época ha declarado la guerra a los matices.


Reivindico el ensayo caprichoso, ultrasubjetivo, gratuito, no obligado a probar una tesis... Ésa era la grandeza de Montaigne. Es curioso: es un tiempo en el que se quieren certezas, pero nadie se arriesga a decirlas o a proponer algunas que no sean las clásicas.
Como nunca desde la época de Cervantes se había visto tanta desconfianza en la ficción gratuita. Los seres humanos son hoy más conscientes de que lo que uno vive es una construcción mediática. Es una sociedad más resabiada mientras, paralelamente, el mercado invade el espacio de ficciones con malos productos. Ante ello, vidas que no existen, que se ha inventado un tipo encerrado en su cuarto, ¿qué valor tienen al lado de quienes están contando el supuesto hecho real? Eso explica el auge de las novelas o los filmes basados en historias reales.
Una de las grandes sorpresas de ser escritor es que mis colegas no reflexionan sobre el oficio; hay un completo desdén. Soy de la opinión de Baudelaire: que cada día es más difícil ser artista sin ser crítico.
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También, Sánchez Ferlosio:
Lo que uno quiere son libros, no lectores. Aunque claro que me gustaría que estas cosas interesaran a la gente. Son los asuntos los que tiran de mí. Y ahora tengo la cabeza en otra cosa: la guerra, los desastres políticos y militares...

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