La escenografía es impresionante, las antorchas, las banderas, el rostro sin rasurar, por lo precipitado de la hora, quizá sobren las corbatas. Ya lo hemos visto otras veces, en el pasado, por ejemplo, en las pelis de Leni Riefenstahl.
No sé si miden sus palabras, si son conscientes de los ecos que despiertan: levantarse, plenitud, no a la tibieza.
No son momentos de tibieza, sino de plenitud nacional, de no pedir perdón por levantarnos. Son momentos de levantarnos ante quienes cada día del año tratan a Cataluña con intransigencia.
Sí, es cierto: en los pueblos amurallados contra lo ajeno, pueblos endogámicos de alma bovina, todo tiempo pasado fue mejor para los muertos.
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