lunes, 21 de septiembre de 2009

Sí, se puede mejorar la capacidad intelectual


 ¿Es la felicidad una cuestión estadística, es algo que se pueda objetivar?  La respuesta es sí, tan sólo hace falta un marco conceptual y un profesional que se ponga a tomar medidas.
Richard Nisbett, Doctor en Psicología Social por la Universidad de Columbia es uno de esos profesionales que no teme hincarle el diente a cualquiera de esos temas que para muchos sólo son cuestión de charla de café. Sus pesquisas las ha expuesto en dos libros, The Geography of Thought (La geografía del pensamiento) e Intelligence and how to get it (Inteligencia y cómo lograrla).
 
Ahí, por ejemplo, se atreve a decir cosas como estas:
Los pobres tienen un coeficiente intelectual más bajo que los ricos. Y los inmigrantes también aparecen como menos inteligentes en los test.
Normalmente, hasta la tercera generación, los inmigrantes no tienen un coeficiente intelectual similar al de los autóctonos. El problema es particularmente grave en el caso de la segunda generación. Por ejemplo, los hijos de inmigrantes italianos en Estados Unidos tenían, a principios del siglo XX, un coeficiente intelectual medio un 15% inferior a la media.
Literalmente, los miembros de cada nueva oleada de inmigrantes siempre han sido considerados idiotas. A finales del siglo XIX en Estados Unidos los escoceses eran el blanco de las burlas. Luego llegaron los polacos y, con ellos, los chistes de polacos. Cuando los suecos se trasladaron a Minnesota los recibieron con el mote de los suecos bobos.
 Nisbett distingue entre inteligencia fluida, la habilidad para resolver determinados problemas, que no depende de conocimientos previos, que se desarrolla en los primeros años de vida y, dependiendo de la educación o de la situación emocional en esos años, una persona puede sufrir luego dificultades cognitivas, e inteligencia cristalizada, que se basa en habilidades y conocimientos aprendidos, que está más dispersa por el cerebro, a la que el entorno puede afectar. Así, pone dos ejemplos de evolución de la inteligencia:
Los taxistas de Londres tienen el hipocampo -la parte del cerebro en la que se concentran las relaciones espaciales- un 25% más grande de lo normal, porque lo desarrollan para orientarse. Otro ejemplo, esta vez negativo: en los países europeos en los que se recurre con frecuencia a las jubilaciones anticipadas tiende a haber un notable descenso del coeficiente intelectual entre los 68 y los 70 años.
La gente no sólo puede mejorar su inteligencia, también es más feliz cuando envejece.
La gente es más infeliz cuando es joven, y su felicidad tiende a aumentar cuando pasa de los 60. Por un lado, los hijos son un factor de infelicidad en el corto plazo, porque aumentan de forma dramática las preocupaciones. Por otro, cuando la gente se hace mayor, tiende a ser más holística. Al envejecer, reducimos el número de personas con las que interactuamos, y nos concentramos sólo en aquéllas que verdaderamente nos producen satisfacción. Además, cuando nos hacemos mayores, no tenemos que pelear con gente que no nos gusta, en parte porque nuestra carrera profesional ya está fijada, así que no hay que esforzarse mucho en ese campo. Perdemos inteligencia fluida, pero nuestra visión del mundo cambia. Y eso da como resultado una mayor felicidad.

Estamos descubriendo que los ancianos afrontan mejor los conflictos, ya que tienden a tener una perspectiva más amplia, que comprenden mejor las causas de los problemas y tienden a valorar la necesidad de mirar a los problemas desde diferentes perspectivas. 

No hay comentarios: