domingo, 20 de septiembre de 2009

Malditos bastardos


De la última película de Tarantino me quedo con el ambiente previo en el patio de butacas de una ciudad de provincias. Ese grupo de machitos preadolescentes que se vanagloria de habérselo hecho pasar fatal a la profesora que les cayó en desgracia (Hija puta, se lo voy a decir a mi padre, reaccionó uno de ellos cuando le castigó de cara a la pared. Así lo contaban).

Malditos bastardos es una comedia gamberra donde lo de menos es el contexto de la Segunda Guerra Mundial, los nazis, los judíos y la resistencia. La película está diseñada para el disfrute del espectador, con golpes de efecto, violencia extrema, personajes siniestros y doncellas mancilladas que planean su venganza. Entretenida lo es, pero que nadie espere un giro significativo en la comprensión de aquel periodo histórico. Tarantino perpetra una gamberrada histórica.

Yo salvaría, sin embargo, la magnífica secuencia inicial, bien rodada, bien interpretada, mejor dialogada y con ese juego típico del cine clásico donde el plano de lo que se dice y el plano de lo que sucede no siempre coinciden y donde el espectador, en ascuas, cree saber más de lo que saben los personajes. Si la peli hubiese mantenido ese inicio estaríamos hablando de una obra maestra. Todo lo demás, incluido el juego del cine dentro del cine, es bastante previsible y ya visto muchas veces. Está estupendo el actor austriaco que encarna al coronel nazi cazajudíos, auténtico descubrimiento sobre el que pivota toda la peli, no tanto Brad Pitt, cuya presencia se explica por los dividendos añadidos que proporcionará a los productores.

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