sábado, 19 de septiembre de 2009

La peste de los expertos


Hay un maravilloso ejemplo en el periódico de hoy, El discreto encanto de la islamofobia, de lo que yo llamaría la peste de los expertos. Se trata de esa gente que entrada en la universidad se apalanca sobre un tema y decide que aquello es suyo y de nadie más. Pero la entrega en cuerpo y alma al tema no hace que el sujeto en cuestión sepa más que cualquier otro que dedique algún tiempo al asunto, sino menos.

Se trata esta vez de una moza, relativamente joven, a juzgar por la foto que acompaña al artículo, pero con gran afán inquisitorial, que hace un repaso a todos aquellos que en España cultivan la islamofobia, un odio al islam que en la mayor parte de los casos ni saben que lo tienen.

Y hace la lista de todos esos escritores, sociólogos, profesores, periodistas o políticos que se atreven a hablar o escribir del islam, sin haberla consultado. Su modo de clasificar a los islamófobos no difiere mucho de las variopintas clasificaciones de aquella milenaria enciclopedia china que Borges citaba en Otras Inquisiciones, y así los agrupa en izquierdas y derechas, progresitas de salón, neonacionalistas, torpes amigos del islam que quieren ayudar pero no saben, expertos en seguridad, musulmanes esclarecidos o integrados y expertos eruditos -los directamente rivales de la articulista- que citan al Corán sin saber lo que se cita. Es decir, sólo una persona tiene todos los datos, como dicen en los informativos de la Cuatro, y nadie se había enterado.

Por supuesto, la experta inasequible en la búsqueda de enemigos y rivales académicos o publicistas no admite que alguna de las quejas o denuncias o meras descripciones de hechos o relatos de noticias relacionados con el amplio mundo islámico puedan acercarse a la verdad, lo suyo es señalar enemigos dignos de ser alojados en alguno de los siete círculos del infierno dantesco. Por su cabeza de experta no puede pasar la simple idea de que el islam como cualquier religión sea mera superstición y como tal denunciable por laminar la libertad de los individuos. En su cabeza de experta no caben distingos: el islam no es divisible ni censurable: habrá regímenes dictatoriales y corruptos, yihabs y burkas que lleven mujeres en contra de su voluntad o individuos discriminados, vejados o colgados por borrachos u homosexueles, pero mencionarlo si se refiere al mundo islámico es islamofobia. El islam es uno y Luz Gómez García su única experta.
Al menos hace la matización de que la islamofobia moderna es fruto de la secularización, aunque no saque las conclusiones pertinentes:
La nueva islamofobia no es el resultado de la actualización del viejo conflicto cosmológico entre el Occidente cristiano y el Oriente islámico, ni manifestación postmoderna de un endémico racismo popular, sino producto propio de la secularización del pensamiento occidental.

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