El matrimonio amateur

El verano para mí es la época de las lecturas al azar. Miro los saldos de los grandes almacenes, a ver qué me llama la atención, y voy picando aquí y allá. Muchas de mis mejores lecturas vienen de esos cajones. Este año el gran hallazgo ha sido El idiota interior. De otros veranos recuerdo una biografía de Galileo, la de Lenin por Shokolov, la magnífica Cosmópolis. El trasfondo de la modernidad de Stephen Toulmin o Las raíces del romanticismo de Isaiah Berlin.  

Perfecta, dice la contraportada que dijo The Times de esta novela, El matrimonio amateur (2004). La empecé a leer con cierta desconfianza como me sucede con los saldos veraniegos de El Corte Inglés. Me sonaba Ann Tyler, especialmente por su El turista accidental, traducida en el cine por William Hurt y Geena Davis, había leído buenas críticas de sus novelas, pero hay tantos autores, tantos libros por leer. Pero, a medida que iba leyendo no salía de mi asombro. Claridad expositiva, habilidad para seleccionar los sucesos más significativos, para escoger las frases y los detalles justos, para describir a los personajes y dar sentido a las situaciones. Una agilidad poco común para atraer la atención del lector, para avivar su interés.

La novela comienza el día después de Pearl Harbour, en 1941, cuando se conocen accidentalmente los dos muchachos de Baltimore, Pauline y Michael, que van a formar El matrimonio amateur, y termina en los días posteriores al 11 de septiembre de 2001. La escritora va alternando el punto de vista del narrador -el padre, la madre, un hijo- para contarnos la historia de esta familia que vive el último medio siglo americano. La vida económica, social, afectiva de unos personajes que son como cualquiera de nosotros, con parecidas tristezas, alegrías, esperanzas y angustias. Cada capítulo es un episodio casi autónomo que explica una época, la guerra mundial, Vietnam, Kennedy, los hippies, los grunge, la revolución tecnológica, al que corresponde un suceso en la historia familiar.
No puedo estar más de acuerdo con la opinión de The Times, ¡perfecta!