miércoles, 23 de septiembre de 2009

Al Congreso no le gusta la prostitución


¿El Congreso es una panda de hipócritas? ¿Cómo puede ser que sólo cinco diputados apoyasen regular la prostitución? En el fondo de las posiciones mayoritarias se entrevé un pufo moral. ¡El ejercicio de la prostitución atenta contra la humanidad! De acuerdo, es una humillación para las mujeres que lo ejercen, ¿pero las buenas intenciones de la capilla pepera y de la socialdemocracia del PSOE van a impedir que las mujeres por voluntad o a la fuerza la sigan ejerciendo? Algunos se inclinan por la prohibición, ¿en qué lugar del mundo se ha conseguido que la prostitución deje de existir?

Es curioso que cuando se trata de otros temas, como el aborto, se suele argumentar que la realidad es la que es y que su regulación en un mal menor necesario. Pero se ve que la prostitución es otra cosa. ¿De qué modo van a impedir la compraventa de mujeres, la degradante exhibición en las calles de las ciudades y de las carreteras, las condiciones insalubres en habitaciones y camastros, el negocio mafioso de los proxenetas? Todo eso seguirá existiendo por encima de la virtud de nuestros diputados.

Además, de qué virtud estamos hablando.
Dejemos aparte las situaciones de esclavitud, pura y simple, que acompañan a menudo ese ejercicio, porque incorporan una infamia de delitos asociados que cierran el debate nada más enunciarlo. Elijamos simplemente el acuerdo por dinero entre seres humanos, de cualquier sexo. ¿Indigno? ¿Para quién?  Elijamos primero la prostituta: ¿qué es más indigno: acomodarse el pene de un viejo o limpiárselo? Y ahora elijámonos a nosotros. ¿Qué nos resulta más indigno: que una extraña limpie nuestra mierda o nos coma a besos de colores, por supuesto pagados?

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