miércoles, 3 de junio de 2009

Valores contantes y sonantes

Sostiene Cebrián, desde la soberbia de quien sabe que la verdad del periódico está en el mismo lado que los dividendos, que "El papel del periodista es establecer un sistema de valores".
Por ello desvela verdades en consonancia con su ruinoso negocio periodístico:
"Desvelaré una petición que Jesús Polanco y yo recibimos directamente de Moncloa a poco de establecerse en ella el personaje: que dejara de escribir en EL PAÍS Eduardo Haro Tecglen y abandonara los micrófonos de la SER Iñaki Gabilondo".
El personaje por supuesto era José María Aznar. Lo que no desvela es por qué, si mantuvo con soberbia independencia en su puesto a Gabilondo y a Haro tecglen, no hizo lo propio con el crítico Ignacio Echevarría, que se atrevió a criticar en Babelia una novela de uno de los autores de Alfaguara, editorial del grupo de El País (ver nota al pie), y al columnista Hermann Tertsch, por no seguir la línea editorial del periódico en lo referente al gobierno de ZP.

Así que es lógico que Cebrián reconozca que
"Los periódicos están cada vez menos en el centro de la construcción de la opinión pública".
 Inconsecuencias que se pagan. Yo no soy tonto, van diciendo los lectores por las esquinas.

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Pues no va ese autor, Bernardo Atxaga, el de la critica que costó el empleo a Ignacio Echevarría, y dice: "Rousseau marcó el estilo de los libros de memorias".

O sea, ofrece como modelo a ese Rousseau que ha pasado a la historia como el prototipo de virtuoso que esconde bajo aparentes autoinculpaciones (en sus Confesiones) una malvada astucia para hacer verosimiles las infundadas acusaciones a sus enemigos. De él dijo Diderot, "se describe a sí mismo de la forma más odiosa para dotar a sus injustas y crueles imputaciones una apariencia de verdad".

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