viernes, 5 de junio de 2009

Una portada histórica: El País saca a bailar a todos sus curas

Recordemos la mancha de Clinton en la falda de la becaria. Fundamentalismo neocon se llamaba aquella repugnante, sensacionalista invasión de la intimidad por la política. Ahora, con el falso estremecimiento de adolescentes ruborosos por la exclusiva, el periódico babea este hipócrita editorial, titulado en el estilo curil de la socialdemocracia, Berlusconi al desnudo,
Que no se equivoque Silvio Berlusconi: es la prensa democrática la que respeta su intimidad y él quien no deja de ponerla en entredicho. Porque la publicación de las fotografías de sus fiestas privadas no obedece a ningún intento de enjuiciar su moral como ciudadano, sino al propósito de demostrar que él, como primer ministro, está intentando convertir el espacio de la política democrática en una simple prolongación de sus relaciones de amistad y de sus entretenimientos.
El redactor que comenta la noticia utiliza el mismo tipo de sermón con el que el mossèn pillado en falta se justificaría ante sus feligresas,
El fotógrafo sardo Antonello Zappadu, de 51 años, que entre 2007 y enero de 2009 fotografió Villa Certosa, la espléndida mansión sarda de Berlusconi, se ha convertido en el principal testigo de cargo. Zappadu no es un paparazzo, es un reportero y ha preferido proteger la identidad de las personas que aparecen en las imágenes. Por eso, todos los rostros que se ven en estas páginas son irreconocibles porque fueron pixelados por él. Todos, salvo el del propio Berlusconi.
El estremecimiento adolescente no sólo afecta a los editorialistas de El País que confunden información, moral, pelea política y razonamiento lógico, también a sus columnistas que no pueden evitarnos el bochorno de contemplar la claudicación de la inteligencia y la honestidad ante la pelea partidaria. No importa, en este caso, si el juez Garzón ha cometido un delito, como en el cuento chino este historiador, Culla i Clarà, mira el dedo que señala la luna. La prensa socialdemócrata ha sacado a bailar a todos sus curas.

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