domingo, 7 de junio de 2009

Aruitemo, Aruitemo

Los indicios de cambio de época son lentos, casi imperceptibles, nos van impregnando sutilmente sin que nos demos cuenta, pero se producen. Los cambios materiales son toscos y brutales para quien los padece, los que se quedan en paro, los que pierden su patrimonio, los que son expulsados del paraíso con el que soñaron.
¿Cuáles son los indicios del cambio espiritual? Hemos de mirar fuera de nosotros, porque no vemos cómo nosotros mismos cambiamos. Los libros que leemos, un  nuevo modo de enfocar la amistad, un nuevo punto de vista sobre la familia, una mirada nueva sobre las cosas, miramos cuáles eran los valores antiguos, comparamos, y tentamos un reequlibrio entre lo antiguo y lo moderno.

Estemos atentos al cine. Supongo que esta plaga de cine de terror -propio de nuestras actuales angustias- que padecemos se terminará, como esas películas de gran presupuesto de guerras, terrorismo, política internacional también. Esta Aruitemo, Aruitemo, japonesa de Koreeda, que ya nos había sorprendido con su Nadie Sabe, puede ser un indicio del cambio formal, vuelta a la adustez clásica y de contenido, vuelta a los valores perdidos, del hogar familiar para curar las heridas, por ejemplo.
El director apenas molesta a los personajes de su historia, cámara fija ante la que los personajes van haciendo camino al andar (eso quiere decir el título de la peli), con una lentitud propia del cine clásico japonés. Escenas levemente punteadas por una música poco invasiva y algunos curiosos planos fijos vacíos, dando tiempo a que el espectador no sea un invitado mudo. Los miembros de una familia, padres, hermanos, nietos se encuentran en una jornada veraniega, comen, hablan, pasean, rememoran la muerte de un hijo, fallecido hace algún tiempo, sacan a relucir sus anhelos y frustraciones, reproches, quejas y secretos. Como en toda gran placenta familiar se busca la acogida, aunque también salgan a relucir las heridas.

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