martes, 30 de junio de 2009

Salir de la campana de cristal


Me lo recuerda Ignacio Vidal-Folch en su última columna, un espíritu libre al que me gustaría parecerme. El famoso grabado de Flammarion. Yo también estoy a punto de asomarme ahí afuera. No quiero recordar los años que he estado en la campana de cristal de l'Illa, del Prat, de Cataluña. Casi toda mi vida laboral. Hasta el esclavo se acostumbra a las sevicias rutinarias, al aliento fétido de su hórrido mundo. Sé que ha habido momentos buenos, esplendor en la hierba, incluso, pero desgraciadamente no puedo aplicar aquello de Un bel morir tutta la vita onora, todo lo contrario.

Miraré hacia las estrellas, eso sí, de pie y con los pies en el suelo.

Así lo describe Ignacio Vidal-Folch
Un peregrino medieval se asoma fuera de la campana de cristal que encierra el mundo y sus engañosos fenómenos -el mar, las estrellas, la tierra con sus ciudades y sus árboles-, y caído de hinojos, lleno de asombro, descubre y observa los ocultos mecanismos, ruedas, poleas, cadenas, que como diamantes tristes mueven este universo.

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