martes, 9 de junio de 2009

Portugueses australes, españolas del septentrión

Gabriel Magalhaes, que es doctor en filologías, celebra un acto en Madrid para establecer las diferencias, si las hubiere, entre portugueses y españoles. Y señala que aquello de que los españoles son divertidos, enérgicos, orgullosos y con tendencia a subir la voz, mientras que los portugueses son reservados, indecisos y nostálgicos sencillamente no es verdad y responde a añejos tópicos, visiones erróneas de mal oculista, asevera. Pero diferencias haylas, hasta el punto de que como hay dos Españas, dice, hay dos Portugales. No es que no haya pobres y ricos en Portugal, negros y blancos, inmigrantes y propios del lugar, que ordinariez ver ahí las diferencias, no,
"Ser peninsular es ser un laberinto. Además, igual que hay dos Españas hay dos Portugales, el del portugués internacional que se lanza a las largas distancias y el del fatalista, el del fado. Por desgracia este último es el que ha marcado el tópico".
Por si quisiera saber de más diferencias, le diría al doctor Magalhaes que se sabe de buena tinta que hay malgaches que tienen como particularidad no salir de sus cuevas, salvo si llegan los turistas, que algunos venezolanos cuando creen que nadie les mira caminan con un solo pie, que franceses hay que cuando cae la tarde y las farolas comienzan a farfullar se ponen a andar sobre sus dos manos, que los canadienses nativos llevan tatuada la hoja de arce en su nalga derecha, pero únicamente la muestran el día de la fiesta nacional y que incluso hay escritas y aprobadas tesis doctorales que sustentan que los nórdicos más nórdicos, los que habitan más allá del paralelo 80, cuando el año entra en los meses de penumbra, se visten con faldas muy cortas pues creen que la femenina es la única condición del hombre, aunque como son de natural ruborosas pocos viajeros la han visto, y al contrario es lo que sucede con los hombres de muy al sur, por debajo del paralelo 70, cuando las sombras caen y la luz solar les inunda, allí no se ve mujer alguna, pues ya se sabe y filósofos lo han corroborado que ellas no tienen la humana condición. Así de extraños somos los humanos y de índole tan diversa.

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