viernes, 12 de junio de 2009

Indignación

Cultivo la convicción de que todo gran novelista crea a lo sumo una gran novela, el resto de lo que escribe son aproximaciones o decadencias. Por ello me suelo conformar con un libro por autor. Tengo mis excepciones, claro está. Durante un tiempo seguí las tres emes del español: Marsé, Mendoza, Marías, pero hace tiempo que entraron en decadencia, creo. Es posible que de Martin Amis se pueda decir otro tanto. Mi última excepción es Philip Roth.

Indignación tarda en arrancar, cuesta creer que a sus años, el autor vuelva a las novelas de aprendizaje, aunque la acción transcurra en 1951, incluso se permite, ya avanzada la novela, dar un golpe que el lector encaja mal, avisa de que el protagonista está muerto. Durante un par de páginas, las más espesas que yo le recuerdo, impropias de Roth, intenta justificar tamaño golpe bajo a las expectativas del lector. La justificación tiene que ver con la memoria, los últimos instantes de la vida del protagonista en que éste cree estar muerto y trata de recordar que le llevado hasta ahí. Pero, ay amigo, tras esas páginas surge como de la nada una obra maestra, el diálogo entre el protagonista y el decano de su universidad. Si alguien piensa que escribir diálogos está al alcance de cualquiera sólo tiene que leer estas 22 páginas para comprobar su equivocación. El protagonista intenta mostrar su fortaleza ante la autoridad, con largas citas de Bertrand Russell para fundamentar su ateísmo, pero sólo hace ver su debilidad, su miedo y la desorientación en que se encuentra tras haber escapado del hogar de un padre superprotector.

Roth mediante las pequeñas revelaciones que van surgiendo en los diálogos que el protagonista, Marcus Messner, mantiene con su padre, con su madre, con la chica que podría ser su novia y que es el desencadenante de lo que le haya de suceder, con sus compañeros de residencia en la universidad, con el decano, nos conduce como una flecha cuya trayectoria nada puede desviar al desenlace que nos había anunciado. Para ello tiene en cuenta el contexto y la amenaza de la guerra de Corea, las debilidades de un carácter lábil que no ha llegado a la madurez, el ambiente moral de aquellos años, los prejucios sociales y religiosos. Quizá en una época como la nuestra el destino no se habría manifestado del mismo modo. Como en el caso de las Hermanas Grimes, de Richard Yates, que he comentado recientemente, Philip Roth describe un momento histórico y cultural precisos, el de sus propios años de formación, el de una familia judía parecida a la suya, el de la misma ciudad en la que él se crió, Newark. La diferencia estriba en que hace ese ambiente tan opresivo que no concede a Marcus ninguna de las oportunidades con las que él propio Philip Roth contó para sobrevivir.

1 comentario:

myrian dijo...

Yo también me quede descontenta al leer Indignación esperaba, mas después de leer El profesor deseo, si no recuerdo mal el titulo.
Me recordó vagamente al Guardián entre el centeno, tanto decano ,que si conducta católica que si homosexualidad ,masturbación, alistamientos militares ,la verdad no me lo esperaba por hay ,además me resulta un poco pesdo ya el universitario que se apunta a una universidad de prestigio por tener unas notas altas para luego amenazar a la misma de que su manera no funciona, deja de hacerlo con el ,eso esta claro ,la novela convierte el individuo en un luchador con lo que ya es una “institución”,un poco pedante este individuo que se cree tan inteligente que no es capaz de pensar en las consecuencias de sus actos.
El anterior me gusto mas, no me canso de leer autores americanos me parecen tan claros tan breves tan concisos, he terminado ayer Las hermanas Grimes, me parece que detrás de una novela tan sencillamente escrita hay una denuncia de tan alto contenido social, la violencia domestica ,el aborto, la soledad, el alcoholismo, no es una novela sacada de esos personajes reflexivos, abocados al designio de sus herencias culturales y patrimoniales, es un pulso vital joven ,que se mueve convulso y alocado ,fresco ,impone un ritmo acelerado para después también sentir el vértigo.
La que mas me ha gustado es La hija del sepulturero de OATES, me gusta esta fusión de caracteres europeos y americanos, el titulo no era muy prometedor, la primera parte resulta muy siniestra y luego es preciosa el cambio de nombre el miedo como estimulante, la carrera del hijo, su matrimonio, la relación con el suegro, y por ultimo el estilo de correspondencia que mantiene al final, cuantas verdades no escritas por no atenerse e los intereses comerciales.