miércoles, 20 de mayo de 2009

Paracuellos contado por la socialdemocracia

Así cuenta Javier Cercas, en Anatomía de un instante, los sucesos de Paracuellos.
Convencido de que la caída de la capital era inevitable, el gobierno de la república había escapado a Valencia y abandonado la defensa imposible de Madrid en manos del general Miaja, quien a las diez de la noche convocó en el Ministerio de la Guerra una reunión destinada a constituir la Junta de Defensa, el nuevo gobierno de la ciudad en el que debían estar representados todos los partidos que sostenían al gobierno fugitivo; la reunión se prolongó hasta muy tarde, y en ella se decidió confiar la Consejería de Orden Público al líder de la JSU: Santiago Carrillo. Pero tras esa reunión general se improvisó una reunión restringida, en el curso de la cual dirigentes comunistas y anarquistas organizaron un arreglo expeditivo para un problema secundario planteado en la primera reunión; un problema secundario en medio de las urgencias terminales de la defensa de Madrid, quiero decir: alrededor de diez mil presos atestaban las cárceles de Madrid -la Modelo, San Antón, Porlier y Ventas- muchos de ellos eran fascistas u oficiales rebeldes a quienes se había ofrecido la oportunidad de sumarse al ejército de la república y habían rechazado la oferta; Franco podía tomar la ciudad en cualquier momento -de hecho, había combates a doscientos metros de la Modelo-, y en ese caso los militares y fascistas encerrados allí pasarían a engrosar las filas del ejército sublevado. No sabemos cuanto tiempo duró la reunión; sí que los participantes en ella resolvieron dividir a los prisioneros en tres categorías y aplicar la pena de muerte a los más peligrosos: fascistas y militares rebeldes. Aquella misma madrugada comenzaron los fusilamientos en Paracuellos del Jarama, a poco más de treinta kilómetros de la capital, y durante las tres semanas siguientes más de dos mil presos franquistas fueron ejecutados sin fórmula de juicio.
Repárese en los apósitos, vendajes y cataplasmas que el escritor socialdemócrata aplica a la ejecución sumaria. Ahora imaginemos otros sucesos históricos de la época, en la España del 36 o en la Europa del 39 al 45. Mirémoslos con las gafas que nos presta Cercas y apliquemos las mismas respuestas cauterizadoras a los porqués.

¿Podríamos generalizar ese problema secundario en medio de las urgencias terminales y aplicarlo a otras situaciones? ¿Podríamos sustituir ese fascistas, repetido tantas veces, por rojos comunistas, judíos torturadores de palestinos, curas y monjas franquistas u otro epíteto parecido -la catadura de las víctimas que todo lo justifica-, para entender o comprender las urgencias terminales de aquel periodo?

Por cierto, algunos de esos más de 2000 fascistas eran gente como Federico Salmón, ministro de Trabajo por la CEDA en 1935, Jesús Cánovas del Castillo, político agrarista, Monchín Triana, futbolista, que había jugado en el Atlético de Madrid y el Real Madrid, Muñoz Seca, dramaturgo, Mateo García de los Reyes, almirante retirado, Ricardo de la Cierva, abogado, hijo del político conservador Juan de la Cierva, ministro de la monarquía.

Dice de Carrillo, Cercas:
A Carrillo se le puede acusar de no haber intervenido para evitarlas, de haber hecho la vista gorda con ellas; no se le puede acusar de haberlas ordenado u organizado. No intervenir para evitar una atrocidad semejante es injustificable, pero quizá es comprensible si se hace el esfuerzo de imaginar a un muchacho recién salido de la adolescencia, recién ingresado en un partido militarizado cuyas decisiones no estaba en condiciones de discutir o contrarrestar, recién llegado a un cargo cuyos resortes no dominaba por completo (...) Hacer el esfuerzo de imaginar estas cosas no es, insisto, tratar de justificar la muerte de más de dos mil personas: es sólo no renunciar por completo a entender el espanto real de una guerra.
Bien, probemos a hacer el mismo esfuerzo de comprensión con aquellos personajes de todos conocidos de la Alemania de la época. Es lo que hacen los historiadores llamados revisionistas. ¿Es Cercas un novelista metido a historiador revisionista?

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