lunes, 18 de mayo de 2009

La ideología es una atmósfera

Oigo los comentarios del común, sus filias y fobias, expresados con ímpetu, con leve irritación, con la risa altanera de quien sabe que está en el lado bueno y me pregunto, ¿y si estuvieran en el otro lado, qué dirían? La respuesta es clara, dirían las cosas que dicen aquellos a quienes ahora critican, con el mismo ímpetu, con la misma irritación, con la seguridad altanera de quien sabe que tiene la verdad. Pongamos en un lado, Barcelona, en el otro, Valladolid. O Girona y Madrid o Vic y Plasencia, para el caso es lo mismo.

La ideología es una atmósfera que lo impregna todo, que se da por descontada hasta que uno para un instante, se queda quieto y comienza a pensar. Difícil proceso, pensar, mucha gente no lo hace nunca. Uno no deja de respirar pensando que el aire está emponzoñado, tarda en buscar un embozo o un filtro o un máscara. Del mismo modo que uno tiende a pensar que está en el centro del mundo, también cree que lo que defiende es lo bueno, sin apercibirse de que no necesariamente lo que defiende le beneficia, aunque es posible que sí en algunas cosas, en algunas cosas sí, en otras no.

La ideología es más visible cuando convive con otra en el mismo espacio, se ven los prejuicios del contrario, sus extravagancias, el fondo maligno que lo inspira. Pongamos socialdemocracia y neoliberalismo. O conservadurismo y progresismo. Pero qué pasa cuando la ideología es única o es el único aire que se puede respirar. Durante los años centrales del franquismo todo el mundo era franquista, los pocos que se oponían abiertamente se la jugaban o eran señalados o se les tenía por raros o extravagantes. Otra cosa fueron los años finales, cuando ser moderno y europeo y abierto al mundo era la atmósfera que dominaba, y el franquismo estaba derrotado ideológicamente, los franquistas eran entonces residuales, descontando el franquismo sociológico, aunque conservasen el poder. Pretender que fueron las decisiones políticas de hombres de destino las que produjeron el cambio hacia la democracia -Cercas y su Anatomía de un instante- es no haber vivido el momento o reconstruirlo con la versión de libro de historia que le cuentan aquellos personajes marmóreos.

Durante mucho tiempo en Cataluña y en Vasconia no se pudo ser otra cosa que nacionalista, todavía es el aire que se respira, pero muchos llevan ya el filtro o la máscara o el embozo, esperando que el aire se purifique, aunque todavía haya hombres de destino que creen estar construyendo un país y cincelando sus nombres en los libros de historia.

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