miércoles, 15 de abril de 2009

Mujeres afganas luchando

Todos esos bienintencionados vecinos nuestros que claman porque se respeten las costumbres y las culturas que nos resultan extrañas, pero bajo cuyas estrictas e inhumanas normas no querrían vivir, toda esa gente que habla tan ricamente de alianza de civilizaciones, cuando, según Todorov, civilización es descubrir lo que compartimos bajo la diversidad folclórica, no lo que nos separa, podrían mirar con atención lo que las propias mujeres islámicas piden con grave riesgo para sus propias vidas.

Así, las mujeres afganas, por ejemplo, que no se resignan a someterse a una bárbara ley de inspiración talibán y aprobada por el supuestamente prooccidental Karzai que, entre otras cosas, permite la violación dentro del matrimonio -"una mujer está obligada a satisfacer los deseos sexuales de su marido"-, da autoridad a los clérigos sobre asuntos de intimidad entre hombres y mujeres, establece que una mujer que quiera trabajar fuera de su casa o estudiar, necesita el permiso de su cónyuge, y obliga a las mujeres a "prepararse" o vestirse de una forma especial si su marido se lo pide.
"Da miedo estar aquí pero no puedo quedarme en casa sentada", ha dicho Halima Hosseini, una joven de 27 años que asistía a su primera manifestación. "Personalmente, no puedo permitir que alguien me represente y ponga en una ley artículos contrarios a mis derechos y a los derechos humanos, y que me considere, como una mujer, una persona de segunda clase".

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