sábado, 25 de abril de 2009

La Cabeza del Bautista


Despotricaba la gente al salir de la función, ¿Dónde está la cabeza?, por La Cabeza del Bautista, obra de Enric Palomar, sobre texto de Valle-Inclán. La gente del Liceu se muestra en general muy quejosa, cuando la música es posterior a los años 50 del siglo XX o cuando los dramaturgos actualizan las tramas con escenarios de actualidad. Pero la gente sabía lo que iba a ver, sabían que era un estreno y que el compositor apenas tiene 45 años.

Buena parte de las obras del repertorio pasaron desapercibidas en el momento de su estreno, u obtuvieron malas críticas o fueron pateadas, muchas sólo han alcanzado consideración con el paso del tiempo. Me parece muy bien que se den oportunidades a los creadores, que fracasen la mayoría de los estrenos, que se olviden, alguna vez se acertará, alguna vez asistiremos a un estreno que con el tiempo pase a formar parte del repertorio. Siempre ha sido así, de lo contrario, el tiempo embalsamado que son en general las funciones de las salas operísticas terminará por petrificarse bajo los sedimentos de polvo de unas instituciones tan viejas y elitistas, con olor a violetas ajadas, tan poco atractivas para la gente del común.

Esta Cabeza del Bautista no es muy diferente de lo que uno podría esperar, el lenguaje poético, de una poesía dura y seca, a veces hosca para los cantantes, de Valle-Inclán, es servido con una música bastante fácil de seguir para un público que no acepta la novedad, con una escenografía a medio camino entre Los olvidados de Buñuel y el decadentismo de Oscar Wilde y Richard Strauss. Aunque al final, uno tiene la impresión de que todo está hecho con retazos de aquí y de allá, el cine de Buñuel, la música de Falla y de Stravinsky, alguna cosa popular, demasidas citas, todo muy visto.

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