Adiós a los vendedores de copias, pues. El canon no es justo porque mata moscas a cañonazos -por qué tengo yo que pagar por Mentiras y gordas o Carlos Baute, si ni los veo ni escucho, en todo caso tendría que cobrar por hacerme perder el tiempo con semejantes tonterías. Yo estoy dispuesto a pagar a los creadores si me dan placer con sus obras. ¿Puede aparecer una tecnología que discrimine si me bajo Los cañones de navarone, The reader o el último disco de Keith Jarrett? De momento, no. Con el tiempo será posible que el creador cuelgue sus cosas en su página y cobre directamenet por las visitas, saltándonos a Sony, el Plus y si es posible a Caprabo. Mientras tanto, que una parte de la abultada factura que me cobra telefónica -que sólo tiene sentido por la descargas- vaya a los creadores, no a los intermediarios, -lo siento, me da igual que cierren las cadenas de televisión, los pay per view, EMI y Sony, si no están directamente implicadas en la producción- siempre que haya una gestión trasparente de cobros y pagos.
En el fondo, los políticos se alinean del lado de la industria porque temen el escenario de falta de control que la red trae consigo. Donde antes para controlar la opinión pública tenían que controlar a unos pocos medios y periodistas, ahora se encuentran con un entorno con millones de voces imposibles de controlar, con un entorno en el que no se encuentran cómodos, en el que no saben trabajar, en el que ven caer su influencia y su poder.Además, resulta que Los piratas de la red son los que más compran por medios legales.
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