¿Tienen intimidad los escritores?

30 años después de su muerte se publica un Diario de duelo de Roland Barthes (1915- 1980). En él escribe sobre los últimos meses junto a su madre enferma. Los editores pelean sobre el derecho a la intimidad, sobre si debían o no haberse publicado esos inéditos. Curioso derecho, atribuir intimidad a un escritor, que desde el momento en que decide vender sus escritos deja de tenerla. Es difícil de creer que alguien que escribe y conserva lo escrito -y lo titula- no quiera que los demás lo lean. Sin desatender la vanidad del escritor, que piensa que todo lo que escribe es importante, decisivo. Además, ¿no es por conocer su intimidad, es decir la nuestra, por lo que leemos tan ávidamente a los grandes escritores?, ¿no es por eso por lo que nos interesan tanto las biografías y las autobiografías?

Barthes vivió siempre con su madre, hasta que ésta murió a los 84 años. Tras su muerte comenzó a escribir notas, durante tres años, 1977-79, 330 fichas.

"Desde que la cuidaba, no existía más que ella. Ella era todo para mí y me olvidé de escribir. Antes, ella se hacía transparente para que yo pudiera hacerlo".

Esta noche, por primera vez, he soñado con ella. Estaba tumbada, pero no enferma, con el camisón rosa que compró en el supermercado.

Una tarde triste. (...) Compro un pastel. La camarera, al servir a un cliente, dice 'voilà'. Ésa era la palabra que yo decía cuando le traía algo a mi madre mientras la cuidaba. Una noche, casi inconsciente, repitió como un eco: 'Voilà' . Es algo que nos hemos dicho ella y yo durante toda la vida. El episodio de la camarera me ha hecho saltar las lágrimas. De vuelta al apartamento en silencio lloro durante mucho tiempo.

Un cóctel. Sensación triste y deprimente de estereotipo social. Angustia. Pienso: mamá ya no está aquí y la vida estúpida continúa.

La literatura es eso: no poder leer sin dolor, sin ahogarme de verdad, lo que Proust escribió en sus cartas sobre la enfermedad, el coraje, la muerte de su madre, su pena.