Parece que se necesita muy poco para que los críticos consideren una peli como la peli del año. Y ésta, con opción a varios oscars. No digo que Slumdog Millionaire no sea interesante, que lo es, pero a mi me han interesado más otras, las francesas sobre todo, Las Horas del verano, por ejemplo, o, entre las americanas, Antes que el diablo sepa que has muerto o El intercambio o la rumana 4 meses, 3 semanas y dos días.
El esquema dramático de esta peli de Danny Boyle (Trainspoting) es de lo más sencillo. Bombay la ciudad de la miseria y de la riqueza, mezcladas como en ningún otro sitio. Un chico de la calle que sortea como puede el destino al que en condiciones normales se vería abocado: pobreza, enfermedad, explotación, la propia muerte (de ahí el slumdog del título, chico del arrabal, o perro callejero que es más cinematográfico) y que casi sin querer, gracias el propio destino, en un golpe de increíble suerte, tiene la oportunidad de convertirse en millonario en un programa televisivo, ¿Quiéres ser millonario?, que conocen los televidentes de medio mundo.
La originalidad está en su presentación formal. Las respuestas del chico en el programa se entrelazan con sucesos de su vida, que uno a uno explican por qué sabe las respuestas. Esos sucesos se muestran en continuos flash back. Hay un hilo conductor, la pasión amorosa por una chica que conoció en su vida de miseria infantil, con buenos y malos alrededor. Todo contado con un ritmo muy vivo que lleva en volandas al espectador. Danny Boyle hace creíble, especialmente en la primera mitad, lo que nos cuenta: la miseria, las mafias, la ciudad dual. Los escenarios tan alejados de los grandes estudios de Hollywood, los actores desconocidos, la música, contribuyen a ello, con una maravillosa secuencia musical final en una estación de tren, con el estilo barroco, propio de esta época. Aunque, al igual que en el cine clásico, la dura realidad quede enmascarada por el bonito espectáculo.
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