viernes, 27 de febrero de 2009

La agenda oculta

Escribe el conseller Maragall una carta -formato artículo- dirigiéndose a quienes podrían criticar el adelanto en una semana del calendario escolar catalán. No parece que escriba en su defensa, pues no hay argumentos en esa dirección sino mantras, parecidos a aquello de, consumo ecológico, circulación autosostenible. Estas palabras: prestigio (a los padres), eficientes y rigurosos (los profesores), racionalización (los empresarios).

Si uno analiza con detalle el texto -banal, mal escrito, prescindible- cae en la cuenta de que no se trata del discurso de un gestor, sino de la llamada de un sacerdote que pide sacrificios en favor de un bien superior.

En el propio título del artículo está la cosa: el derecho a decidir, con su cohorte de significados inducidos. Unos párrafos más abajo aparece meridiana la apelación y el objetivo.

Pero la educación tiene sus propios objetivos; precisamente por ello debe fijar sus estrategias, su derecho a decidir, para conseguirlos. Puede y debe interpelar a esa sociedad y pedirle que cambie algunos de sus hábitos (aunque sólo sea una semana).
Ahí, la agenda oculta de todo político catalán. Cualquier ley por inocente que parezca, cualquier reglamento, cualquier subvención responde a esa agenda oculta. Ir marcando el territorio, la diferencia, hacer emerger la superioridad que nos es propia, ir mostrando un poco más cada vez lo diferente que es el país, como ahora dicen, hasta llegar a la tierra prometida.

Porque el derecho a decidir no es el de los ciudadanos, cada uno hijo de su padre y de su madre, tan diversos como por doquier, sino el de Cataluña, es decir el de sus élites, los príncipes de Cataluña -empresarios, periodistas, políticos-, que enmascaran sus intereses de clase bajo la apelación de un bien superior, el de Cataluña, puramente retórico.

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