jueves, 15 de enero de 2009

Simón Bocanegra y la Paz Universal

 Desde que el púlpito pasó a mejor vida, muchos quieren ocupar el puesto del cura como vigilantes del sentido - dominar las señales de nuestro tráfico mental. Así, José Luis Gómez que quiere que un Dux de la Génova del siglo XIV, en la reconciliación que propugna entre patricios y plebeyos de la República, apareza como emblema de aquello a lo que todo hombre dentro de un conflicto ha de aspirar: la Paz.
Quiere este director teatral que la escena central de la ópera Simón  Bocanegra, que estos días se presenta en el Liceu, sea un canto a la Paz Universal.
El protagonista adquiere una categoría moral que le aleja del personaje real, que según su biografía era un hombre con ciertos tics dictatoriales. 
No hay problemas, pues, para pasar de las complejidades históricas del siglo XIV a las de la revolución francesa, en la que pensaba Verdi cuando compuso esta ópera, ni de éstas a las de actualidad. Es cierto que si uno se deja llevar por la brillantez  de la escenografía, que en ocasiones recuerda las masas escultóricas del malogrado Juan Muñoz, o por las maravillas que consiguen los iluminadores, en ocasiones efectistas, o por la música de Verdi, a la que el coro, y a veces las irregulares voces individuales, sirve con fuerza y convicción, puede uno olvidarse del constreñimiento que Gómez propugna y disfrutar sin más de la obra bien hecha.
"Más que la abstracción, lo que buscamos es lo esencial, lo que siempre ha sido y siempre será".

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Así, este escenógrafo de anatomías desnudas que pretende que veamos en sus enculamientos el miedo al inmigrante. Pero aún más, esta pudorosa exhibición del periódico socialdemócrata que da cobertura a las enfiladas vergas mientras tapa los rostros adultos que se han prestado al espectáculo del sentido.
La periodista, con un punto de relamida osadía, llama a la exhibición de estos Los penetrados,  transgresión y se queja de que la comunidad judía alemana impidiese, en 2006, que este mismo artista llenase de monóxido de carbono una sinagoga, a pesar de que pretendía ser un acto a su favor, se queja con un mohín de précieuse ridicule .

El artista se explica de este modo:
"La tradicional paranoia de los blancos hacia los negros o de los europeos con los africanos tiene que ver con un fuerte pánico, pues pensamos que tarde o temprano habrán de cobrarse justicia por nuestras codiciosas canalladas pasadas y presentes. Pero esa paranoia blanca también tiene que ver con el miedo a una sexualidad que nos rebaje, con que enamoren a nuestras hembras y a nuestros machos más que con que nos quiten el trabajo; el trabajo sólo lo quita el patrón. Las reflexiones políticas y las actuaciones que de ellas se derivan son algo más primario de lo que comúnmente se cree" .

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