viernes, 9 de enero de 2009

Nos golpean, luego somos culpables.

Los 200 muertos del 11-M fueron un accidente en el proceso electoral de 2004. Tanto el PP como el PSOE, tanto El País y la SER como El Mundo lo que querían era ganar las elecciones. Así que por encima de los muertos de lo que se trataba era de acusar o liberar a ETA de la masacre. Ese era el juego macabro. Unos supieron hacerlo mejor que los otros. Los verdaderos culpables desde entonces apenas tienen nombres y rostros definidos. Unos fantasmas que a nadie interesan. Un millón de personas recorrió Madrid sin un grito contra los árabes y sí muchos contra Aznar. Todavía hoy hay quien pide un juicio a Aznar, el auténtico culpable de la masacre. ¿Cómo pudo ocurrir semejante distorsión de los hechos, cómo pudo llevarse a cabo tal camuflaje de la verdad?

 Porque estamos infectados por el mal de Occidente: el mal de la culpa. Si nos golpean, es que somos culpables. Pero ese mal no es privativo de España. Todo Occidente está infectado. Aún así hay que establecer diferencias entre el Occidente bueno -nosotros los europeros, nosotros los justos- y un Occidente malo -EE UU, Israel y la derecha. Estos días lo estamos viendo con Israel y cada día lo vemos con EE UU, culpable de su propio 11-S.
Cuando la situación está monopolizada de tal modo por la potencia mundial, ¿qué otra vía queda que un cambio terrorista de la situación? Fue el propio sistema el que creó las condiciones objetivas para esta respuesta brutal. Al apoderarse de todas las cartas, fuerza al otro a cambiar las reglas de juego (...) terror contra terror, ya no hay ideología detrás de todo eso. (J. Baudrillard, Le Monde, 2.11.2001).
¿Acaso matar requiere necesariamente hacer morir, o es que dejar morir, no querer saber que se deja morir (a cientos de millones de seres humanos de hambre, de sida, de precaria atención médica, etcétera) no puede formar parte de una estrategia terrorista más o menos consciente y deliberada?  (...) Todas las situaciones de opresión estructural social o nacional producen un terror que nunca es natural (es decir, que es organizado, institucional) y del que dependen los que se benefician de él sin que jamás lleguen a organizar actos terroristas ni sean tratados como tales. (Jacques Derrida).
Así que todos nosotros, occidentales, somos terroristas. Y culpables. El nuevo conformismo como ideología que nos culpabiliza para tener la conciencia tranquila.

Es una ideología que viene de lejos, con raíces bíblicas:
Oh, Dios mío, purifícame de los pecados que ignoro y perdóname los de los demás. (Salmo XVIII)
pero que han concretado los curas laicos del siglo XX:
El monstruoso e incomprensible cataclismo que fue, para una parte tan amplia e inocente de la humanidad, el desarrollo de la civilización occidental. (Claude Levy-Strauss. Tristes Trópicos, 1955).
El exterminio está en el corazón del pensamiento europeo. Su imperialismo es un proceso biológicamente necesario que, según las leyes de la naturaleza, conduce a la inevitable eliminación de las razas inferiores. (Sven Lindqvist).
Citas tomadas de La tiranía de la penitencia, de Pascal Bruckner.

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