domingo, 11 de enero de 2009

Bienvenidos al Norte

No es difícil entender por qué esta película ha tenido tanto éxito. Uno de cada tres franceses la ha visto y también muchos alemanes y europeos. No se hacen muchas comedias y en cuanto aparece una que promete la gente acude en masa a reírse un rato, aunque sea a costa de nuestros propios defectos. De eso va, Bienvenidos al norte. De los tópicos que cultivamos sobre nuestros vecinos -pensemos en los chistes sobre catalanes, sobre los de Lepe, sobre los de Bilbao. Todos sabemos que son falsos, pero a fuerza de insistir terminan por parecer verosímiles. Son como los pedos del espíritu, los necesitamos para aliviar la tensión mental, como los otros pedos descongestionan los intestinos.

La película va de eso, de los chistes que los franceses cultivan sobre los habitantes del Nord-Pas de Calais, la región más septentrional de Francia. Pero, ocurre que tras cinco o diez minutos uno se ha reído lo sufiente a cuenta de esa manera particular de hablar el francés -véase la película en vo con subtítulos- y después ya no queda gran cosa. Algunos equívocos para mantener la trama -entre el cartero protagonista que va de la Provenza al oscuro y frío Norte y su mujer, zcerca de la naturaleza del propio Norte-; una historia inexistente -el juego amistad/amor que se establece entre el protagonista y el amigo que encuentra en el pueblo de acogida-; los actores graciosos, los decorados sencillos y las risas, las justas para demostrar que has comprendido dónde está la gracia. Algo parecido sucedía con los Torrente de Santiago Segura. Estas pelis llenan la cuenta corriente de sus autores, pero no pasarán a la historia del cine.

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