
La película va de eso, de los chistes que los franceses cultivan sobre los habitantes del Nord-Pas de Calais, la región más septentrional de Francia. Pero, ocurre que tras cinco o diez minutos uno se ha reído lo sufiente a cuenta de esa manera particular de hablar el francés -véase la película en vo con subtítulos- y después ya no queda gran cosa. Algunos equívocos para mantener la trama -entre el cartero protagonista que va de la Provenza al oscuro y frío Norte y su mujer, zcerca de la naturaleza del propio Norte-; una historia inexistente -el juego amistad/amor que se establece entre el protagonista y el amigo que encuentra en el pueblo de acogida-; los actores graciosos, los decorados sencillos y las risas, las justas para demostrar que has comprendido dónde está la gracia. Algo parecido sucedía con los Torrente de Santiago Segura. Estas pelis llenan la cuenta corriente de sus autores, pero no pasarán a la historia del cine.
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