miércoles, 24 de septiembre de 2008

Gritos, dolor silencioso y dispositivos formales

Exhibo mis prejuicios. Cada vez me aburre más la literatura, en especial, aquella que pretende sustituir o explicar la realidad. Para qué la imaginación, cuando la realidad se explica por sí misma. Quiero los hechos crudos, sin interpretación. Estoy harto de qué me digan cómo son las cosas que yo mismo puedo ver. O que me digan que la imagine. Los hechos sólo suceden de una manera. Siempre que se pueda hay que dejar que hablen por sí mismos. Los puntos de vista diferentes sobre ellos los falsifican. Eso es la ideología.
Proyección de 'Tiro en la cabeza' de Jaime Rosales, ayer en San Sebastián, basada en el asesinato de dos guardias civiles a manos de ETA en Capbreton. Teleobjetivos, sonido ambiente y diálogos ininteligibles. Por un lado, aplausos y parabienes. Por el otro, abucheos y gritos de "¡manipulador!". Dice

Lo que se ve es a un tipo normal que está en una cafetería y, en un momento dado, mata a dos chavales y huye hacia el bosque. Eso es lo que se ve en la película, es lo que ocurrió. Si dejamos fuera la ideología, no tiene ningún sentido.
La película está rodada en San Sebastián, en un momento concreto se cruza la frontera y se ve que pasan a Francia. Con eso me basta. Es evidente, además, que se basa en los hechos de Capbreton. En el dispositivo formal que me he planteado con esta película no puede haber referencias concretas a ETA.
Desde un punto de vista más metafórico, creo que gran parte del problema está en que se habla mucho de este problema pero no se escucha a los otros. Sólo me obsesiona el camino de la solución. Y la solución que quiero transmitir empieza por ahí, por escuchar al adversario. Empecemos a trabajar sobre los puntos en común.
Creo que hay que recuperar cierta ingenuidad. No tenía necesidad de hacer una gran investigación, no está en mi filosofía, trabajo desde la imaginación.
La vocación de la película es producir un efecto sociológico. No sé si se conseguirá o no, pero lo que está claro es que no está pensada para producir un entretenimiento de hora y media.

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El primer día gritos en las portadas, en las radios y la televisión. Gritos fuertes de condena y repulsa contra el atentado. El nombre del asesinado, Luis Conde de la Cruz, no es lo más importante, en algún rincón se habla de él. El segundo día, proclamas oficiales, rifirrafe entre políticos, algunas concentraciones. El tercero, una imagen escondida en el interior, casi con vergüenza y cada cual a sus asuntos. El cuarto el muerto al hoyo y los familiares a solas con su pena de aquí en adelante. Los asesinos, los que les apoyan, los que se benefician directa o indirectamente siguen vivos. Las personas decentes deberían ver esta otra película al menos una vez.

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El vacío y la nada.

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