sábado, 7 de junio de 2008

Quemar una casa con personas dentro

Cuántas veces hemos leído relatos, la mayoría meras ficciones, que para evidenciar la sima de maldad, hablan de individuos tomados por ideologías perversas como el nazismo que prenden fuego a una casa con gente dentro sin la menor conciencia de hacer el mal. Recuerdo El lector, de Bernhard Schlink, por ejemplo. Sin embargo, aquí y ahora, la prensa, los políticos, cineastas y escritores, con honradas excepciones, no han construido un relato con hechos reales de ese tipo que implican a nacionalistas violentos.

Jon Ander Uribarrena, natural de Portugalete, era uno de los siete integrantes del grupo Mendeku (Venganza) que atacó la sede socialista la noche el 25 de abril de 1987. Prepararon artefactos incendiarios para atacar un autobús. Al no encontrar ninguno, decidieron lanzarlos contra la Casa del Pueblo.

Eran las diez de la noche de un sábado y unas 15 personas estaban en la sede socialista. Tres de los cócteles molotov estallaron en el interior. La militante del PSE Maite Torrano y el afiliado de CC OO Félix Peña sufrieron quemaduras graves y fallecieron días después. Otras ocho personas resultaron heridas. La sede socialista de Portugalete (Vizcaya) quedó arrasada. Jon Ander Uribarrena fue condenado a 20 años de prisión, aunque sólo cumplió 12.

El lunes pasado este individuo propinó un puñetazo al edil socialista de Pasaia (Guipúzcoa) Bixen Itxaso. El fiscal lo acaba de poner a buen recaudo.

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Razonamientos impropios.

Hay que bajar a las bodegas del final del artículo para ver en que consiste la defensa que este catedrático de derecho, al que EP encarga los razonamientos jurídicos de sus causas políticas, hace de la señora presidenta del Tribunal Constitucional.

  • Por último, que sea Federico Trillo, después de lo que estamos sabiendo sobre su conducta en el accidente del Yak-42, el que afirme que la conducta de María Emilia Casas resulta reprobable desde un punto de vista político y estético, no deja de resultar sarcástico. Como reza el estribillo de una de las canciones más conocidas de La Lupe, "siempre el que menos tiene que decir, es el que más dice".

Que fuese impropia la conducta del señor Trillo en el asunto del Yak-42, si es que lo fue, no convierte en apropiada la conducta de la señora Emilia Casas al levantar el teléfono para oír a una abogada implicada en un caso de asesinato y aconsejarle recurrir al Tribunal Constitucional. Como suele ocurrir en los razonamientos apegados a la causa, la lógica se convierte en alfombra de la adscripción sentimental.

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