Risas, juventud, sensualidad y envoltorio de época. 1925. En torno a un equipo de fútbol americano y su paso a la profesionalidad, desde el fútbol universitario, se mueven una serie de personajes jóvenes –o casi-, guapos –mucho- y risueños -siempre. Vienen de
Junto a ellos otros, menos jóvenes, menos guapos y menos amables, ven en el deporte un negocio incipiente. Periodistas, managers, inversores. Y también la autoridad gubernativa que como corresponde quiere poner orden. Y por supuesto en medio de todo una chica.
La historia es lo de menos, lo que importa son los diálogos chispeantes, el mucho ingenio y la alegre sensualidad que recorre el metraje como un güisqui en la época de la prohibición. Todo es como una broma, la exhibición de los productores, la habilidad de los guionistas, la capacidad de los actores, la sastrería, los decoradores. La broma y la habilidad consisten en reproducir una peli de época. Una comedia clásica, con sus decorados, su vestuario, sus coches, las masas de los estadios de fútbol, las peleas, los sombreros y el propio Cary Grant al que casi clona, como en una figura de cera, George Clooney. Hay momentos en que los tics, los gestos, la mirada, el balanceo son los del propio Cary Grant. Y como a muecas nadie gana a Renée Zellweger pues ahí está ella, acompañando a Clonney.
La película es divertida, adorable, podría ser la palabra, está bien hecha, o, mejor, bien producida, la interpretación es un prodigio de técnica, una enciclopedia gestual, la música, encantadora, los gags ya los habíamos visto, como habíamos visto las peleas en el bar, los despachos de abogados en los que un chasquear de dedos cambia la situación de drama a comedia, o al revés, los equívocos, como los actores, como los chistes dialogados, como los decorados. Seguro que todo el equipo se lo ha pasado en grande, como el espectador. Una película vintage. Pero…
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